lunes, 21 de abril de 2008

1983: un cuarto de siglo después.



2 horas y 32 minutos después que Indira Gandhi tomo posesión de la Presidencia del Movimiento de Países No Alineados, e inauguró su VII Cumbre el 7 de marzo de 1983 en Nueva Delhi, a 13,855 kilómetros de allí, en el Hospital Sagrado Corazón de la Ciudad de la Habana, salió del vientre de su madre -Luz Elaine-, mi segunda hija: Laura María Buría Santos. Cuba aún vivía el día anterior, 6 de marzo (según el Tiempo Universal Coordinado que asigna franjas horarias a cada uno de los espacios en que divide el planeta, con lo cual se sabe día y hora del lugar donde está otro humano con quien queramos comunicar, sea por teléfono fijo, móvil, o otro canal de las nuevas tecnologías de contacto que facilita Internet gracias, entre otras cosas, a más de 9,000 satélites artificiales que orbitan nuestra casa en el Cosmos). Eran las 10 y 32 minutos de la noche y fui padre por segunda vez.



2 semanas después de nacer Laura, ocurrieron dos fenómenos naturales atípicos en la zona occidental de La Isla. Varios tornados atravesaron la provincia de Pinar del Río y un Mar de Leva (aumento excesivo de la altura de las olas producto de la fricción entre superficie del mar y viento), desbordó la costa e inundó parte de la zona habanera del Vedado. A Julio García Espinosa -nuevo presidente del ICAIC en sustitución de Guevara, nombrado Embajador de Cuba ante Unesco-, le impresionó el Noticiero 1118, que realicé sobre ambos azotes climáticos. Pero le parecía innecesario un comentario del narrador que escribí para la secuencia de la inundación en la capital: "Resultaba curioso observar el clima de tranquilidad y confianza que se veía entre la población, que parecía conocer ya que en esos momentos la dirección del Partido y el Poder Popular estudiaban las más rápidas soluciones y facilidades que se darían a las familias dagnificadas para restablecerles bienes y equipos." Julio no explicó porqué lo dicho "sobraba", pero yo supuse, aunque no lo dije, que era por la misma razón por la cual yo lo agregue. Enfatizaba lo que la imagen revelaba: el carácter festivo de los cubanos ante algo que era, realmente, trágico



El cambio en la dirección del organismo, no modificó esencialmente su política cultural, pero trajo sistema de trabajo más descentralizados. La "gente del ICAIC" se preguntaba si la salida de Alfredo la provocó el impacto que tuvo la película de Solás, Cecilia -él la defendió a capa y espada-,que absorbió demasiados recursos de la industria en detrimento de la calidad de otras producciones y su cantidad; o si fue la resistencia del ex-presidente a someterse a tutela de organismo superior -Ministerio de Cultura-, y/o negarse a seguir la línea trazada para "los medios" por el Departamento Ideológico del Partido. La opinión de "los creadores" difería en cuanto a sí "el cambio" sería bueno o malo para el ambiente de libertad creativa que disfrutaba "la Torre de Cristal" -así decían al ICAIC quienes lo evaluaban desde afuera -, pues ahora quedaba bajo dirección del ministro del Mincult -Armando Hart-. Alfredo Guevara -como parte de su equipo de trabajo en París-, llevo a dos de sus delfines más cercanos: José Antonio Gonzáles y Manuel Pereira, ambos jóvenes -relativamente, como yo-. El primero era excelente y carismático publicista a cargo del programa Historia del Cine en la televisión; el segundo, escritor "de talento" -al decir de la intelectualidad insular- tras publicar sus dos primeras novelas: El Capitán Veneno y El Ruso. A ambos, les acompañó en la misión, como esposa - verdaderamente joven pues nació en 1959-, y que después seguiría la profesión de su ex-marido, sobrepujándole con creces en cuanto a fama y venta de libros, pero ya como disidente en exilio: Zoé Valdés.

En abril, se me ocurrió repetir "la fórmula de Tiburón", pero con noticia sobre una obra que atrajo mucho público al Teatro Musical de La Habana: La verdadera historia de Pedro Navajas, del autor puertorriqueño Pablo Cabrera, que transformó la conocida canción del salsero panameño Rubén Blades en pieza para dos actos cuya puesta escena dirigió Jesús Gregorio. El tema central de la obra, la relación macho/hembra en el mundo marginal, la explotación de ella por él, los celos y la violencia, eran disfrutados enormemente por espectadores que salían tarareando estribillos, sobre todo el más pegajoso: "...la vida te da sorpresa, sorpresas te da la vida, ay Dios ...", primera estrofa de los tres versos finales de la canción:

...Pedro Navajas matón de esquina
quien a hierro mata, a hierro termina...

Valiente pescador, al anzuelo que tiraste,
en vez de una sardina, un tiburón enganchaste....

Como decía mi abuelita, el que último ríe, se ríe mejor...


Cuando Laura cumplió 46 días, partí de viaje para alcanzar la antípoda del lugar del planeta donde residíamos. Norberto Estrabao -director de la Empresa Productora en sustitución de Riquenes, que pasó a "nivel superior" en el ministerio-, Gloria María Cossío -asistente de dirección-, y yo fuimos la delegación que envió el Cine Cubano al Festival de Cine Nacional de Viet Nan. Tras casi 12 horas de viaje, hicimos escala de 48 en Moscú y paseamos la Plaza Roja con su cola para visitar al "líder embalsamado", murallas del Kremlin y 8 cúpulas de la catedral ortodoxa de San Basilio. Pero no pudimos "hacer compras" en los Almacenes Gum porque la dieta de bolsillo sólo alcanzaba para la obligada infusión pues aunque era finales de abril el frío obligaba aún a mantener caliente el cuerpo.



Saltamos hasta Asia en enorme nave de Aeroflot que hacia aún trayectos de prueba pues no estaba aprobado para sobrevolar el mar. Su espacio para más de 300 lo ocupamos 6 pasajeros, entre los que estaba una artista tahilandeza que me regaló una dulce canción en tai, dejándome en estado de calma para resistir las 8 horas que pasamos juntos tras despegar de la capital de Usbekistán -Taskent-, donde habíamos hecho parada técnica no sé porque razón, pero que nos permitió admirar sus singulares edificios y esculturas, además de respirar el peculiar olor a carnero que impregnaba su atmósfera musulmana.


Alcanzar Hanoi, desde la siguiente escala en la India -Nueva Delhi-, fue rápido: 4 horas. Y tras dormir una noche en la heroica ciudad que parecía, todavía, bombardea el día antes, nos levantamos a las 5 de la madrugada para recorrer en coche los 1143 kilómetros que nos separaban de Saigón, a quien llamaban ya Ciudad Ho Chi Minh. A esa hora, mientras desde mi ventanilla miraba a los campesinos vietnamitas moverse inquietos por arrozales inundados de agua -buscando a cuanto bicho vivo pudieran capturar para desayunar, como nos explicó el traductor-, su madre estaría dando a Laura la toma de leche de las 3 de la tarde del día anterior, pues nosotros atravesábamos puentes de hierro, vados y ríos de un tiempo que ocurriría para ellas 14 horas después -diferencia horaria entre ambos países-.


Cuando el murmullo de lenguas que te rodea en Occidente cambia por el de las tonales asiáticas y ves que los ojos que te miran tienen otra geometría, descubres que "el raro eres tú". No entiendes nada de lo que se conversa a tu alrededor y cuando intentas descubrirlo en las caras, solamente una expresión te es afín: la sonrisa. Gracias a Hue, nuestro joven "Lazarillo guía traductor", fue que pudimos orientarnos en los laberintos de signos y señales -incomprensibles para nuestro código caribeño-, que indicaban donde estaba cada lugar y/o cosa en aquella ciudad atiborrada de bicicletas y motos. Pero nunca logré comprender la dolorosa risa intensa -casi histérica- de Hue mientras traducía para nosotros, en la semi oscuridad del cine, lo que contaba un documental -mostraba mujeres, hombres y niños deformes y/o mutilados- sobre los efectos que produjo el "agente químico naranja" utilizado por el último enemigo que tuvieron que enfrentar para obtener su independencia tras siglos de colonialismo. Tampoco entendí porque un monje budista, tras acceder a posar junto a nosotros en una foto -el rollo se veló-, en la visita que hicimos a Vung Tau para ver templos y las enormes olas del Pacífico que acaricia sus playas, después extendió la mano con la palma abierta como exigiendo, respetuosamente, propina por "su trabajo". La foto con el tigre, fue después.





Recordando el clima del sur de Viet Nan, mientras filmaba los carnavales de Santiago de Cuba -asociados a la fecha más importante conque se vincula y celebra La Revolución desde 1959 por lo sucedido allí en 1953-, me di cuenta que eran muy semejantes: húmedos y calurosos. Propuse a Santiago Álvarez hacer un documental -Biografía de un Carnaval-, aprovechando la cita obligada a que acudíamos allí por el 30 Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada. Accedió, pero dijo que lo haríamos en co-dirección. Para mi era "un honor" ver mi nombre junto al suyo firmando la autoría de una obra, de la que tuve que ocuparme casi exclusivamente yo porque a él no le alcanzaba el tiempo para todo el trabajo que tenía, entre ellos su primer filme de ficción -y único-, Los refugiados de la Cueva del Muerto, y otro de sus grandes documentales épicos sobre la lucha revolucionaria en América y el mundo: Las campanas también pueden doblar mañana. En su discurso público número 24 para recordar la fecha, Fidel hizo énfasis en la necesidad de fortalecer la capacidad defensiva de Cuba frente a la amenaza norteamericana. Por eso dedicamos el Noticiero 1141, que hice en septiembre y fue edición especial de 20 minutos, a "la guerra de todo el pueblo", ilustrada con el ejercicio de una operación combinada de milicias y fuerzas armadas que se llamó: Bastión 83. Fue tan real y tan bueno el montaje de imagen y sonido, que algunas personas preguntaban: "...¿pero es la guerra de verdad o no?..."

La "de verdad" ocurrió a finales del mes siguiente. Y aunque no fue en Cuba, cubanos fueron protagonistas en ella y su pueblo entero, dentro de La Isla, la sintió como propia. A las 5:00 a.m. del 25 de octubre, comenzó la Operación Furia Urgente, la más grande e importante realizada por el ejército norteamericano desde que finalizó la Guerra de Viet Nan con el Acuerdo de Paz de París en 1973. La 82 División Helitransportada Reforzada, apoyada simbólicamente por otros países del Caribe oriental, desembarcaron en la minúscula Granada -sus 344 kilómetros cuadrados caben 2 veces en la provincia Ciudad de La Habana-. Y en pocas horas, los 1.200 iniciales pasaron a ser 7.000 soldados. 7 meses antes, cuando Maurice Bishop (líder del Movimiento New Jewel) derrocó a Eric Gairy y asumió el poder en el pequeño paraíso, el gobierno cubano le apoyó en su plan de desarrollo económico, ofreciendo colaborar en la creación de un nuevo aeropuerto. A estos efectos, más de 700 cubanos llegaron al país vecino para construirlo. Esto no gustó a Jamaica, Barbados y otros estados de la zona -también paraísos turísticos-, que encontraron razones para considerar la obra como peligro potencial de expansión militar castrista, dado el rumbo político tomado por el partido "Nueva Joya". Y temiendo, quizá, que la pista para despegue de aviones, se transformara en trampolín para agredirles, pidieron la ocupación de la islita cuando 6 días antes del desembarco -19 de octubre-, la situación interna de la misma se descontroló pues el viceprimer ministro - Bernard Coard-, respaldado por sus partidarios, ejecutó a su amigo Bishop en Fort Rupert. Este suceso, sumó -a las anteriores-, "la necesidad de poner a salvo a sus nacionales y familias residentes allí", que usó Estados Unidos para emprender la invasión.





Enterado (pues en política, economía y guerra, toda se sabe antes de que ocurra), un coronel de las FAR -Fuerzas Armadas Cubanas-, fue enviado a Granada cuando los barcos de Furia Urgente estaban aún en camino hacia su destino. Pedro Tortoló Comas ("de la extirpe de Antonio Maceo" -el más famoso y arrojado de los generales de la contienda de 1898 que libró a Cuba del coloniaje español-), tenía órdenes precisas y estrictas de Fidel: entregar fusiles a los trabajadores civiles cubanos y organizar la resistencia armada para impedir que los gringos tomaran el aeropuerto. Nadie debía rendirse y debían luchar hasta la victoria o la muerte del último combatiente. Con esta información -en voz directa directa del Comandante en Jefe-, y con entrevistas directas y rápidas, hechas al azar en la calle, para recoger opiniones sobre qué pensaban los cubanos de un desenlace que nos conmovió a todos -divulgado por la radio al mediodía del martes 26- de que "el contingente cubano resistió hasta la muerte del último de sus hombres y se inmoló abrazado a la bandera" de la estrella solitaria, realicé el Noticiero 1149.



Los sucesos ocurrieron con tal celeridad entre el lunes y martes -terminamos la edición casi al amanecer del miércoles-, sin que el gobierno cubano tuviera información directa de lo que sucedió -, que cuando obtuvo la real y comenzó a explicar lo que pasó -el 27-, ya no hubo tiempo de detener la distribución del noticiero en los cines a partir del jueves 28, cuando ya sabíamos que no todos había muerto, ni siquiera la mayoría y nos enteramos que 699 de ellos volverían vivos a la patria -59 de ellos heridos-, y que la cifra verdadera de muertos era de 25.


Y fueron llegando y se les alojó en 2 hoteles nuevos construidos en Miramar -Tritón y Neptuno-, donde seguí filmando para dar continuidad a la noticia que, ahora, concentraba su mayor expectación en el regreso de Tortoló, que había logrado replegarse y escapar con un grupo de 42 para ponerse a salvo en la Embajada Soviética en Saint George -la capital-. Su regreso -como el del resto- fue trasmitido por el principal canal de la televisión y la astucia de la audiencia detectó, inmediatamente, en los tenis blancos que traía puestos Tortoló, una señal de que "el deporte de correr" había formado parte de la lucha. Entonces dije a los dos camarógrafos que me acompañaban y al sonidista -Iván, Dervis y no recuerdo quien portaba el micrófono-, que estuvieran atentos a mi señal porque quería hacer una pregunta a Tortoló cuando apareciera en el vestíbulo del hotel para saludar a sus compañeros de batalla. El clima allí era tan caótico y delirante -sollozos de mujeres y madres encontrando esposos, hijos y/o hermanos, compañeros del mismo contingente del aeropuerto abrazándose anegados en lágrimas pues no sabían que había pasado al otro-, que cuando vi al "héroe" bajar por una escalera. Y di orden al equipo para abrirnos pasos entre la cordillera de sentimientos y emociones y tomar por sorpresa a nuestro objetivo. Fuimos tan eficientes, que la seguridad que custodiaba al coronel no llegó a tiempo para impedir que yo le preguntara -rodando cámara y moviéndose cinta de la grabadora-: "¿Cuál fue el momento más difícil del combate para ti?" Y vi como desaparecía de su rostro la sonrisa mientras le invadían los signos y señales de la derrota dolorosa y triste, antes de decir: "Cuando tuve que ordenar retirada". Y entonces llegaron los miembros de la seguridad que le cuidaban y, cortésmente, dijeron:
"No se puede entrevistar al compañero, es la orden que tenemos, disculpen."


En algún estante del archivo fílmico, estará esa toma entre los "descartes del noticiero". Ni siquiera pregunté a Santiago -sólo se lo mostré- si podía utilizar esa "exclusiva" en la próxima edición. Pero a partir de este momento, comencé a preguntarme -con más énfasis que antes- ¿porqué era tan primitiva y torpe -no manipuladora pues todas lo son pues sin ella no habría comunicación-, la política de información implantada en el país por el Partido. Aún hoy, un cuarto de siglo después y muy lejos de aquel zoológico de 26 al que llevé a Laura, sus hermanas, su madre y la mía, para que viera y conociera, a fines de aquel año, los animales que hay en muchas partes del mundo, sigo sin tener respuesta definitiva para esa pregunta, que parece sencilla y fácil de responder, pero no lo es. Al menos en mi opinión.






LB

2 comentarios:

Yvette dijo...

Que interesante, que cantidad de información, hay que venir por aca con tiempo...
Saludos!

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

Muy bueno su comentario en "Bloggers Por Un Sueño". Le incluimos en la lista y le leeremos con calma.

saludos

albert