En marzo de 1987, durante la comida que nos ofrecieron a los ganadores -cuando "La Semilla ..." obtuvo el Gran Premio, el Primer Premio de Obra de Ficción Seriada, el Premio al Mejor Guión y el Premio Especial del Jurado del Festival Nacional de Radio y Televisión de Cuba-, José Ramon Balaguer (Secretario de Asuntos de Educación del CCP por entonces) me propuso pasar la serie a soporte de cine y hacer una segunda temporada. Pero decliné la oferta. Me sentía agotado de realizar ficciónes y deseaba cambiar, ensayar otros géneros. Allí, conocí a Carlos Aldana, que el año anterior había comenzado a dirigir el Dpto Ideológico del PCC -de sus manos recibí los trofeos-, y sobre quien se decía era persona con quien se podía conversar, aunque no todos los del gremio de artistas e intelectuales pensaban así pues algunos de ellos, más liberales en cuestiones de cultura, lo veían como "el censor", quizá más dialéctico que los anteriores que habían ocupado el cargo, pero vestido con idéntica sotana. Y me invitó a visitarle en su oficina para conversar de una "tarea de Partido" en la que él estaba interesado que yo le ayudara. Me gustó la forma individual en que me lo pidió y la manera en que hablaba no se parecía al lenguaje habitual de los políticos de La Isla-. Y como todos estábamos entusiasmados con el “Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas” a que nos convocó el "máximo líder" (los que creíamos estar mejor informados leíamos Novedades de Moscú y Sputnik -publicaciones de la antigua Unión Soviética que aún se vendían y circulaban en Cuba hasta que tiempo después fueron retiradas de los estanquillos-), imaginé que yo podría poner mi granito de arena en "los cambios" que parecían avecinarse. Como cualquier otro ser humano ilusionado por mejorar el orden de las cosas, no me percataba entonces de cómo los límites de la información que está a nuestro alcance y capacidad de comprensión, hace que las expectativas que imaginamos sean, siempre, por exceso y/o escases de ambos aspectos, equivocadas, como sucede a optimistas y/o pesimistas. O también erradas, como suele ocurrirnos a todos alguna vez en la vida.
En abril, estuve presente en las sesiones del V Congreso de la UJC para realizar el noticiero ICAIC sobre ese evento. Allí tuve la oportunidad de observar a otro de los "nuevos dirigentes políticos" en acción -Roberto Robaina-. Comprobé que algo estaba cambiando un poquito en el juego con las palabras de la política cubana. Y vi como Johana Tablada -joven delegada de una escuela en el campo, que había pedido la palabra en varias ocaciones mediante papelitos que hacía llegar a la mesa de dirección sin que lograra que se la dieran-, se levantaba para intervenir gracias a que el mismo Fidel preguntó por ella -creo que sin saber lo que estaba ocurriendo-. Ello propició que la joven hiciera un discurso que arrancó el aplauso unánime de todos los presentes como no lo había logrado hacer ningún otro de los participantes. Ella expresó, sobre todo, el sentir de la juventud cubana en ese momento. Y lo hizo de forma ordenada y correcta, dando muestras de una transparencia de lo que pensaba que no tenía precedentes en este tipo de actos. Pero de todo lo que dijo -¡no recuerdo casi nada!-, lo que más me impresionó fue cuando pidió al Comandante que "... por favor, no me interrumpa y déjeme hablar porque usted es una personalidad ante la que todos nos ponemos nerviosos y eso no me va dejar decir las cosas tal y como las pienso ..." -quizá esas no fueron sus palabras exactas, pero así las recuerdo-. (leer al final de esta crónica 2 textos que escribí entonces para más detalles de lo qué yo pensaba que ocurría en ese Congreso)
Verme dando zancadas desde mi casa para llegar hasta el bloque de las bajas construcciones pétreas que yacen humilladas detrás del monolito pentagonal que se yergue en la Plaza de La Revolución -es un kilómetro y medio-, y atravesar controles militares, laberintos de pasillos y puertas tras las cuales laboraba una parte -¡la conciencia!- de los que dan vida al poder en Cuba, hizo que me sentiese importante. Y cuando Aldana, tranquila y pausadamente me informó lo que quería de mi, pensé: "¡Coño, esto no lo esperaba!" Quería que yo, a disposición de quien pondría toda la información, datos y análisis que tenía el gobierno -además de la ayuda que estimara necesaria del Centro de Estudios Sociológicos de la Unión de Jóvenes Comunistas-, diera mi punto de vista sobre la situación del "rock en La Isla" (¡el mío, individual!), mediante un vídeo que circularían por todos los núcleo del Partido del país. "¿Y porqué yo? ...no creo ser la persona idónea para hacerlo, no soy y nunca fuí admirador especial de ese tipo de música, aunque tampoco me molesta ... la considero una forma más y algunas de sus melodías y ritmos me gustan, otras me son indiferentes ..." El insistió. Y uso mi propio argumento de ausencia de preferencia como cualidad para tener una perspectiva previa "nuetra" sobre el tema. Acepté. Más por la oportunidad que tendría de hacer un enfoque interdisciplinario sobre un asunto puntual de la realidad cubana que por interés político en tal asunto.
Revisé cientos de documentos, informes, grabaciones y vídeos. Me documenté sobre los orígenes del Rock, sus famas fundacionales en América y Europa -Elvis, los Beatles, entre otros- y su multiplicación a nivel mundial dado su carácter de discurso musical contestario ante una moda y época anterior a los años 50 del siglo pasado. Hablé y me entrevisté con historiadores, psicólogos y especialistas de música -cubana y universal-, autores, interpretes y pedagogos, clásicos y populares -entre ellos, Harold Gramatges y Juan Formell, quienes coincidieron en que la música cubana era tan fuerte y sólida que no había que tenerle miedo a ninguna otra-. Y, por supuesto, con escritores y artistas que conocían de primera mano las vicisitudes e injusticias que había provocado la política de censura, no sólo en los medios de difución, a esa música,. También dialogué con funcionarios que la habían aplicado. Y con tal masa de datos, diseñé un esquema de interrelaciones entre los elementos que daban forma y condicionaban la problemática de ese "fenómeno" que ocurría en Cuba. El gráfico era impresionante -al menos para mi-. Para construirlo seguí un camino de comprensión de "las cosas" basado no sólo en la dialéctica materialista y las "relaciones entre base y superestructura", sino también de lo que sabía gracias a otros clásicos como Newton, Adam Smith, Descartes, Freud, etc., etc. etc., y no ignoré ninguna otra fuente del conocimiento universal a mi alcance que pudiera servirme para entender aquello. A pesar de haberme hecho "una idea general" sobre el tema, me resulta curioso comprobar que después de pasado tanto tiempo, lo mejor que recuerda mi memoria hoy son algunos detalles que funcionaron en mi entonces como "instantes de iluminación". Uno de ellos fue cuando uno de los encargados de poner en práctica la visión revolucionaria de la cultura tal y como Fidel Castro la había expresado en 1961 con una idea que aún hoy circula adentro y afuera de Cuba -"...dentro de la revolucion todo, fuera de la revolución nada ...", me dijo: " ... mira, todo aquello pasaba porque cuando nos reuníamos para analizar la política a seguir, todos estábamos de acuerdo, pero después, cuando salíamos de allí, cada cual hacía lo que le deba la gana ...". El entrevistado era Luis Pavón, ex-presidente del Consejo Nacional de Cultura y uno de los protagonistas "malos" en los hechos -casi al mismo nivel que "Papito" Seguera, ex-presidente de la radio y la televisión-, de las "equivocaciones" cometidas contra algunos artistas, escritores e intelectuales durante "los quinquenios grices". Lo curioso de su testimonio era que se refería al "fenómeno" como algo del pasado.
Lo segundo que recuerdo de aquella obra es su final -la conclusión-, que Aldana vio y escuchó sin mover un músculo del rostro -expresión que me tranquilizó, aunque me hizo presentir el destino de "mi análisis"-. La Obra se cerraba con la opinión de un traductor de ruso que conocía bien las veleidades de la política cultural en Cuba y que se había estrenado como escrito con dos novelas policiacas compartiendo su autoría con Daniel Chavarría -Completo Camagüey (1983) y Primero Muerto (1986)-. Justo Vasco -mi amigo desde entonces y una de las personas más honestas que he conocido-, como yo, no era experto en Rock, pero podía ver con claridad donde estaba la raíz del problema qué tratábamos -le cito de memoria-: " ...y quizá esos jóvenes que cumplan misiones internacionalistas en el futuro, gústeles o no el rock, sean los que logren resolver algún día los problemas económicos de este país ..." Así terminaba el vídeo del cual no supe más, ni sé si aún existe. Aldana dijo: " ...me parece muy largo, ¿cuánto tiene? ...". Y respondí: " ...2 horas, no pude hacerlo en menos para dar mi opinión completa, pero pueden quitar o poner lo que quieran, yo no me sentiré ofendido por ello ...porque ustedes saben que es lo que se puede decir y lo que no, o sea, lo que es más oportuno ..." Tenía asumido entonces -y ahora-, cuales eran los límites de mi oficio de artista y creador y lo único que lamenta era que compañeros de otras profesiones -donde incluía a los políticos-, no conocieran los suyos, si realmente querían que la sociedad funcionara bien, o, al menos, regular. Varios años después -creo que en 1993 o 94-, durante un viaje que hice con amigos para mostrarles lugares significativos de la geografía de La Isla, nos detuvimos en Topes de Collantes -Sierra del Escambray- y me interesó saber cómo estaba de salud y ánimo el ya entonces ex-ideólogo del Partido, que había sido removido del cargo por deficiencias de trabajo y graves errores de carácter personal -según se dijo en una nota aparecida en el Periódico Gramma en 1992-. Le vi bien de aspecto y sentí en él un agradecimiento hacia mi por ir a saludar a quien fue considerado años atrás el tercer hombre en rango de poder en Cuba:Carlos Aldana Escalante.
Aunque relacionarme con personas que tenían cierta cuota de poder y cargaban sobre sus espaldas altas responsabilidades del gobierno aumentaba mi autoestima por entonces, nunca me dejé llevar por las apariencias de lo que parecía y yo no era. Y menos cuando en los hombros de mis interlocutores había estrellas pequeñas o una mayor. Así entré en un salón de reuniones de la Jefatura de la Policía Nacional Revolucionaria y me sorprendió la cantidad de ellas que estaban allí sentadas. El espectáculo no me asustó porque yo, sobre los míos, tenía -y tengo aún- la cabeza. Lo que quería el general que presidía la reunión -sino mal no recuerdo, Pascual Rodríguez Braza-, era que yo realizara una serie para pasarla por la televisión y que el pueblo sintiera "... amor por la policía ..." Comencé a reír a carcajadas, no por faltar el respeto a los presentes sino por descubrir que no sólo a mi se me ocurrían propósitos imposibles de cumplir. Respetuosos, quizá por quedar desconcertados ante mi reacción, los estrellados quedaron en silencio e inmóviles dentro de sus uniformes verde olivo y, quizá, alguno azul prusia, que les vestían.
Y me expliqué: " ...miré general, cuando el mundo supere la lucha de clases, conflictos entre países, problemas generacionales, la discusión entre hombres y mujeres, haya una única -o ninguna- religión y desaparescan todas las desigualdades, siguirá habiendo policías para cuidar de que alguien, o muchos, no hagan lo que les dé la gana ... porque para mantener a la sociedad organizada, hay que reprimir ...y eso a nadie le gusta ..." Sentí su desaliento, que expresó diciendo: "Entonces no se puede hacer nada..." Lo que él deseaba -anhelo de todos los policías del mundo-, no. "... Pero se podría hacer otra cosa, que pudiera mejorar la imagen de su profesión ... explicar en qué consiste el trabajo que ustedes hacen y como lo hacen, porque aunque no lo paresca se parece al del carnicero o cualquier otro empleado que vende mercancáas, si el cliente no paga, no puede llevarla ...todos los oficios son represivos por alguna buena razón ..." Sonrió y dijo: "Idea excelente." El ambiente en la sala se relajó. Y agregué: "Sí, podemos hacerlo, pero con una condición, usted debe dar orden a todos sus subordinados de que respondan a cualquier pregunta que yo haga, por incómoda o delicada que sea, me refiero a los asuntos politicos...después yo hago la película y ustedes dicen si les gusta o no, o si quieren quitarle algo, lo cortan y ya ... no me voy a poner bravo por eso, en fin, la aprueban ..." Puestos de acuerdo, formamos el equipo de filmación – todos especialistas del ambito militar, aunque fuesen civiles-, al cual se incorporó una oficial del Minint -excelente y singular periodista, además-, la entonces oficial subalterna Teresa Valdés, que me ayudó muchísimo para que yo logrará entender el complejo y diverso oficio de ser "Polícía", palabra que decidí fuese el titulo del producto que realizaríamos.
La primera grabación que hicimos definió el estilo artístico que yo quería dar a "la obra": "realismo sincero y transparente" -no por influencia de "La Glásnot" soviética sino porque siempre fue mi credo estético preferido-. Entrevistamos al Jefe de Personal y Cuadros de la Jefaura Nacional de Policía -en su misma oficina, atrincherado tras su buró-. "Bueno, a ver, cuéntame cómo y porqué te hiciste policía:", le pedí. Y comenzó a hacer un largo discurso donde encadenaba una con otra los modos de expresión del lenguaje político al uso para contar cualquier cosa que fuera a hacerse pública. Teresa me miraba y miraba al camarógrafo, que seguía con un ojo al personaje y con el otro el metraje del cassette Umatic de 20 minutos que tenía cargado en la máquina. Yo escuchaba y escuchaba hasta que sentí que me tocaron en el hombro y una voz dijo: "Se acabó la cinta." pedí al oficial que detuviera su cuento y virándome hacía mis compañeros de equipo les dije: "Borren todo eso que está grabado y vuelvan al comienzo." Y volviéndome hacia el protagonista le dije -con cierta severidad-: "Yo lo que necesito saber es cómo y porqué tú -enfaticé el pronombre- te hiciste policía..." Abrió los ojos -con una sonriza de alegría y cierta estupefacción-, como buscando la aprobación de Teresa : "Mija, de dónde sacaste a este interrogador de tercer grado..." Y comenzó a contar la verdad: " ...es que a mi me gustaba mucho pararme frente al espejo y hacer como si sacara las pistolas, como hacían los cawboys de las peliculas ..y había una muchacha que me gustaba mucho y yo quería impresionarla .. y entonces ...", continuo explicando los hechos, causales y azarosos, que le llevaron a integrar el primer batallón de policiás del Ejército Rebelde en aquellos años de lucha en la Sierra Maestra para librar a Cuba de la dictadura anterior.
Recorrimos toda La isla, acumulando historias y cuentos de viejos y nuevos policias, tanto los que se dedicaban a delitos de sangre, o económicos, búsqueda y captura, o trabajo de patrullaje rutinario, tránsito, robos o delitos menores, cárceles ... en fin, todo lo que supone mantener el "orden interior" de un país. En Santiago de Cuba, nuestra llegada coincidió con un robo en el Santuario del Cobre -donde está la representación escultórica más importante de La Patrona de Cuba-. Aprovechamos para ir a verla y recoger el trabajo policial en torno al hecho para incluirlo en la serie. Entre las grabaciones que hicimos estuvo la conversación que tuvo el oficial encargado del caso con Pedro Meurices -Arzobispo entonces de la Arquidiócesis de la mencionada provincia-. La sustracción de objetos valiosos del templo, que los devotos dejan como ofrenda a la virgen, llevó a que ambos hablaran sobre la necesidad de colocar dispositivos de seguridad para proteger los tesoros que se guardan allí. Y monseñor comentó que estaban tratando de modernizar los que había. Y sobre este tema de la seguridad verso parte de la conversación que grabamos entre el sacerdote y el investigador. Y cuando íbamos a partir, Monseñor Meurices se acercó a nosotros delicadamente y dijo: " ...bueno, no creo que se necesario que se hable en el reportaje de estos asuntos de las alarmas eléctricas para proteger a la Virgen de La Caridad, son cuestiones que no atañen a la divinidad..." Le miré intentando esconder mi sorpresa ante tal petición. Y respondí: "No se preocupe padre, no usaremos lo grabado sobre ese aspecto de los hechos ...".
La edición de los 13 capítulos de la serie la disfruté muchísimo y en cada secuencia que montábamos presentía el disfrute y la risa del público que la vería. Realmente ser policía es algo muy difícil y requiere mucho nervio y paciencia, como la que tuvo un oficial de las Fuerzas Especiales, que nos contó lo que le pasó en una acción operativa llevada a cabo en una casa desde donde habían avisado por teléfono que se había cometido una matanza horrenda de toda la familia y sólo quedaba con vida la abuela. Tras rodear la residencia -era un barrio elegante de La Habana- y deslizarse él al interior de la casa con todas las astucias aprendidas en largos años de misiones difíciles y peligrosisimas, se encontró a la señora mayor acurrucada en la esquina de un pasillo, temblorosa y aterrada. Momentos después, cuando el resto de los que habitaban la vivienda despertaron, se dio cuenta de que no había pasado nada. Todo había sido un error de interpretación de la anciana al escuchar ruidos y quejidos.
Uno de los primeros que vió el resultado de mi obra fue Fabian Escalante Font, que por ser en esa época General de Brigada y contar con una leyenda personal encomiable en cuestiones de contrainteligencia militar, yo no podía explicarme muy bien porqué se encargaba de cosas tan poco importantes -relativamente-, como supervizar un trabajito de divulgación del MINIT. No aparentaba los casi 47 años que ya tenía. De porte impecable en su ceñido uniforme y sonriza amable e inteligente, me agradaba hablar con él. Era un analista parco y exacto, que apreciaba el valor de lo que hice, pero que ceñía su lógica a las reglas de la guerra ideológica. Un año después volveríamos a encontrarnos y yo trabajaría directamente bajo su mando en tareas artísticas audiovisuales que informaban al público de la labor de orden interior y contrainteligencia que desarrollaban los "segurosos cubanos", inspirados por su idea emblemática: "... en silencio a tenido que ser ..."
La serie gustó a los que debían aprobarla y no presentaba problemas ideológicos, pero les parecía demasiado explicita y realista y -al menos así lo sentí yo-, no coincidía exactamente con lo que ellos habían imaginado que sería. Como yo sabía que, si intentaban arreglarla y purgar de ella todo lo que creían "innecesario", la obra perdería interés e impacto, les dije: "... miren, hacer los cambios es un trabajo muy engorroso y largo después que algo está acabado ... y yo tengo que cumplir otros compromisos, me voy pronto para Angola, así que hagan ustedes lo que crean pertinente y yo estoy de acuerdo ..." Meses después tuve noticia de que se decidió no exhibirla y que la utilizarían como material de presentación, en la Escuela de Policías Capitán San Luis, a los que ingresaran para cursar estudios en ella.
Gloria María Cossío, Jefa de Personal de la Empresa Productora ICAIC - donde yo continuaba en nómina-, se sorprendió enormemente -como solía hacer cuando algo no corcordaba con lo que ella había previsto, o sabía, al decirle yo -después que ningún otro director de cine de la plantilla estuviera interesado o aceptara ír a aquella parte de Africa-: "Sí me interesa la proposición." El 22 de octubre firme el contrato con Cubatécnica. Y me convertí en un "Colaborador" internacional de Cuba con la Republica de Angola. En noviembre llegamos al país que António Agostinho Neto entregó toda su vida.
LB
CONVERSACIÓN PERSONAL CON JOHANA TABLADA EN EL VESTIBULO DEL PALACIO DE LAS CONVENCIONES DE LA HABANA DURANTE UNA SESIÓN DEL V CONGRESO DE LA UJC. ABRIL 1987.
(con letra de máquina de escribir sobre un folio de 8 ½ x 11.)
"Johana Tablada venía con su poncho triangular cuatricolor, los de la bandera cubana más el negro y sus pantalones de un azul suave. Cuando nos sentamos en los cómodos butacones carmelitas y el resplandor del sol nos acarició a travçes de los cristales del Palacio, miré a sus pies y descubrí que un leve sudor transpirba por cada pulgada de su piel. "Cuéntame", le dije, "cuéntame como es que llegaste a vencer el miedo." Venía enojada y reluciente, tratando de explicarle a Vivian lo que le había sucedido con el periodista de Gramma que no había reflejado el espíritu de su intervención. "Usted pone lo que yo dije o se lo digo a Fidel". "Puso lo que se hace siempre, pero no las cosas gordas y entonces qué van a decir la gente de mi escuela." No te preocupes, ayer pasaron por televisión tu intervención, dos veces, en el noticiero de las 8 y después al final de la noche, todo el mundo se enteró. Me mira con sus ojos relucientes y limpios y digo "pero cuéntame, cuéntame como fue ..."
"Yo estaba en la carretera, había salido de la escuela ese sábado y nos íbamo a internar al otro día y entonces veo que vienen los carros -casi reproduce con un gesto el asombro que le causó aquel momento- y le dije al muchacho que está conmigo, mira ahí viene y los carros pasan y miro y con una seña de la mano -la levanta y deja el dedo índice apuntando al cielo mientras los otros cuatro se trenzan en un puño-, le digo a uno de los guardias que iban en el último carro que si era el uno y me responde con un gesto así -con la misma mano y en la misma forma la inclina y hace círculos con la mano- que ellos volvían. Y yo quería ver a Fidel, hacía tiempo que quería hablar con él, decirle las cosas, mi mamá siempre me decía que cuando lo viera le dijera todo, mi mamá es bueno, de madre, con todos los problemas que ella tuvo y bueno pasa un rato, eran como las 12 y media o la una y entonces viene una Girón, de allá de la escuela con otros compañeros y profesores y para y me dicen mira que boba es y tú piensas que vas a verlo. Y la guagua arranca y en eso veo venir los carros negros y digo aquí esta es la mía y me muevo para alante y salgo a la carretera y le hago señas al primer carro y me responden con señas -ahora la mano abierta describe giros laterales y espasmódicos- que me quitara y miro aquellos hombres y a las armas y ... pero sigo y parece que Fidel se da cuenta y manda a parar los carros y se baja con Sheverikov. Yo tenía un ramo de rosas en las manos que habían regalado en la escuela a los delegados que íbamos al Congreso y se me puso el corazón en la boca. La guagua se había detenido y enpezaron a venir todos y Fidel se acercó a mi y me dijo "tú no le das una flor a nuestro visitante" y yo nerviosa le respondí que sí, que una no, sino todas el ramo y así comenzamos a conversar y Fidel me preguntó " a ver, tú me puede decir los nombres de ciudades de la Unión Soviética y empecé."
5/4/1997
(escrito manualmente en el interior de un sobre abierto, donde en el ambés se ve sello de correo conmemorativo del XXV Aniversario de la UJC, y otra imagen, grabada a líneas, de un barco -presumo es el Gramma- atravezando la mar bajo el sol y el siguiente texto: CON EL PARTIDO JUNTO A FIDEL EN MARCHA HACIA EL 2000 XXV ANIVERSARIO DE LA UJC)
" ...es un problema general, aunque no queremos absolutizarlo ... hay que ser conciso, pero con seso ... dos lenguajes se hablan en el Congreso, uno que organiza la realidad, que trata de verla de forma dialéctica, pero su lógica es formal, se apoya a veces en datos, pero puntualizando siempre los slogan; el otro, lenguaje emocional, salido de una percepción de la realidad que privilegia lo sensorial directo, lo invisible ideológico, y que hace transitar por el auditorio una corriente de vida, tiene excesos, pero se lanza desbaratando las cadenas del miedo – que a veces adquiere la forma de análisis objetivo-. Robertico, como unos le han dicho al compañero que dirige, pide concreción, remitirse a lo conocido, a lo que se puede evaluar por la experiencia y no tratar de generalizar ... hay algo de verdad en eso, pero sucede que los datos respiran en el medio como los microbios, también eso es una forma de percibir lo concreto de un problema general. El idioma, el tono, la alusión, el doble sentido, conciente o inconciente, uno lo apresa y conforma también lo que constituye la ideología. Esto es un probelma básico para entender la productividad de las capacidades y los problemas esenciales de la economía."
4/4/87
2 comentarios:
Que interesante relato y es además una foto escrita de momentos históricos que por complejos, nadie entenderá después y menos, por mucho que investiguen, tendrán una idea real de lo que vivimos y estamos viviendo los cubanos. Creo que tienes que avisarle a tus contactos, para que lean esto. Gracias por tomarte el tiempo de contárnoslo.
Me gustó mucho tu relato del mundo interior que viviste en esos años como "un hombre nuevo." Creo que, al final, debes publicar un libro...
"Percepciones de Un Hombre Nuevo."
Pienso que el valor literario de tus escritos es la documentación cronológica de lo que ibas analizando en el ejercicio de tus funciones, casi ingenuamente, sin dogmatismos.
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