viernes, 12 de octubre de 2007

Un político testarudo

Montamos en los camiones que nos llevarían a nuestro destino cargados de comida y medicamento de todo tipo que nuestros padres colocaron en las maletas y mochilas para el largo viaje de 3 años que emprendíamos. En medios de sus amables lágrimas y pañuelos agitados en el aire, oíamos las voces severas y firmes de los nuevos jefes de nuestras vidas. Cuando desembarcamos en El Chico -campamento de entrenamiento militar cerca de La Habana-, nada fue tan doloroso como ver caer al suelo los cabellos de nuestras melenas que buscaban ser como las de los muchachos de Liverpool, a los que dejamos de parecernos inmediatamente sobre todo en el color de la ropa que ahora teníamos puesta: el verde olivo.

"¡Atencióón!", decía el sargento. Y quedábamos tiesos hasta el "¡Descanse!" Era duro, pero emocionante. Nunca antes había tenido un arma tan moderna en mis manos: un Garand, como el que había visto en las manos de John Wyne. Después supe que era de la II Guerra Mundial, ocurrida 25 años antes. Aprendí a desarmarlo con la velocidad de los expertos que salían en las películas americanas. Y a cavar trincheras como ellos. Pero las clases que más me gustaban eran las del Político, muchacho algo más viejo que yo y más bajito. Su fisionomía, color acaramelado y manera de hablar, revelaban que era “oriental”. Y nos enteramos que “fue combatiente de la Sierra y que luchó con el Ejército Rebelde para liberar a Cuba de la tiranía batistiana”.

Los viejos rebeldes, en su mayoría campesinos, o del "interior" -como se llama aún hoy a los que no son "habaneros"-, tenían ahora ante si una nueva tarea titánica: educar en la tradición guerrillera y militar a jóvenes de ciudad, lo cual -era obvio- producía un choque cultural de consecuencias impredecibles. La intención era buena, pero la forma de conseguirla -en mi opinión- equivocada. Y así fue, al menos en mi caso.

Al Político de mi compañía -en general-, no le gustaba que le hiciéramos "preguntas complicadas" en las clases de Marxismo y materialismo histórico. Pero -en particular-, solía irritarse cuando venían de mi. Los reclutas nos divertíamos con estas situaciones. Intercambiamos miraditas. Yo con Zanetti -un negro-azul, con una sonrisa espléndida que denunciaba su singular inteligencia y comprensión de los que nos sucedía-. Era mi cómplice, pero, paradojicamente, también, el alumno preferido del Político.

Y llegó el día de hacer la votación semanal para elegir al mejor soldado de la compañía en la "emulación" -palabra que sustituía a "competencia"- y declararlo "vanguardia" -que sustituía a "ganador"-. La elección se hacía mediante proposiciones de la masa y la elección de ellos por votación directa y abierta levantando la mano. Zanetti y yo -líderes entre los grupos de afinidades que se habían creado en la muchachada- fuimos nominados entre otros.

En el primer conteo de los brazos en alto -cada compañía tenía 3 pelotones y estos 30 reclutas-, yo y mi amigo obtuvimos la mayor cantidad de votos, pero gané yo por un margen muy pequeño de 2. El Político no dio por bueno el conteo. Argumentó que era incorrecta porque no todos votaron. Y pensé: "¿cómo llevó la cuenta, es imposible recordar más de 240 brazos -cada uno tiene dos- y quién movió uno u otro?" Miré a Zanetti y ladeo la cabeza hacia la izquierda como diciendo "...se equivoca..." Y así fue, el guajiro marxista -lo llamo así sin ironía y con respeto por su voluntad de aprender-, no se dio cuenta que su discurso -seguía hablando de las cualidades de Zanetti y recordando lo que yo no había cumplido-, lo único que provocaría era sumar toda la simpatía de la compañía a mi favor. Su, "muela" -así decíamos en la cultura popular habanera a las palabra que nada decían o querían manipular a quien iban dirigidas- terminó y pidió una segunda votación.

Disfruté "el estímulo" -sustituía a "recompensa"- que obtuve como ganador una semana después. Consistía en un “pase” de 12 horas para salir de la Unidad Militar. En la tarde del día de mi triunfo, conté a mi madre (que pudo ir a visitarme gracias a la cortesía de los padres de mi antigua secretaria en la empresa), la anécdota de mi primer combate en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. La llevaron en su automóvil. Y Nancy -enamorada de mi, aunque yo no sabía como decirle "no eres mi tipo"-, nos hizo una foto a mi madre y a mi. ¿Verdad que son bonitas las palmas que se ven el fondo?

El 3 de octubre de este año 1965 -seis meses después que empecé el entrenamiento de 45 días-, crearon el nuevo Partido Comunista de Cuba y eligieron a su Comité Central y al Secretario General.

LB

No hay comentarios: