Fui el domingo a la caoba lo presentaron a concursar, no en alguno de los grandes festivales del mundo -como me hubiera gustado-, sino en uno de temas agrícola. Era el ámbito más lógico para competir que se les ocurrió a los especialistas de Relaciones Internacionales expertos en el juego del mercado cinematográfico. Esto me desconcertó. Era prueba de que no vieron en "el creador tartamudo" -con talento para nutrir el estómago-, la misma importancia -o más- que la de quien -con su arte,literatura, ciencia o filosofía- alimenta el espíritu. Esto me pareció extraño pues estábamos en una "dictadura del proletariado" donde mi propósito de considerar a ambas tipos de creadores en la misma jerarquía debía ser evidente. Y hasta se correspondía con los discursos políticos -al menos en teoría-. Pero me equivoqué. Más impacto y éxito -artístico y divulgativo- tuvo ese año Redonda y viene en caja cuadrada de Rolando Díaz, espléndido "spot publicitario" de 10 minutos sobre el juego de la pelota en Cuba, que nos deslumbró a todos por la precisa y eficaz fotografía de Roberto Díaz y el impresionante montaje de imagen y sonido de Jorge Abello. Este corto, más Madera, de Daniel Díaz Torre, y 4000 niños, de Fernando Pérez, construidos los 3 con estímulos sensoriales y casi sin palabras -entrevista, narrador y carteles dominaban el lenguaje cinematográfico entonces-, dieron aire fresco y novedoso a la producción. Aliento que vino, paradójicamente, del lugar en que menos "arte" se hacía: el Noticiero ICAIC, donde recientemente se habían iniciado los 3 autores para colaborar con Santiago Álvarez. Yo cerré mi ciclo anual con un "encargo": (know) + (how) = (saber) + (como), crónica de 15 minutos para documentar uso y avance de la computación en Cuba, desde los 60 -con las enormes máquinas francesas de la Junta Central de Planificación-, hasta los 70 -con la primera minicomputadora hecha en La Isla, la CID-201, empleada por la industria azucarera-. Y el 3 de diciembre, Alfredo Guevara alcanzó su viejo anhelo, inauguró el I Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana: "... es una realidad. Parecía un sueño y es una realidad...", dijo en su discurso de apertura que, desde entonces y a lo largo de casi 3 décadas siguientes, se convertiría en pieza oratoria oracular sobre el momento de gestación en que se encontraba la Gran Patria Latinoamericana. Emocionaba oírle y verle -con saco oscuro cubriendo hombros y espalda sin enfundar brazos-, respirando el júbilo que trasmitían los 600 cineastas de la América invitada y así se lo hice saber en el breve saludo que cruzamos durante la recepción final en el inmenso salón del Hotel Habana Libre amueblado con largas mesas cubiertas de comidas y bebidas para la ocasión: "El encuentro ha sido un éxito total, debe estar satisfecho, se le nota...", dije sinceramente. Y me respondió, con sonrisa inocente y pudorosa de cardenal: "Sí, Gracias."
Y comenzó 1980 -bautizado Año del II Congreso-, que para mi fue de crisis pues no lograba entender mi profesión en medio de las señales que me proponían los sucesos nacionales y de mi vida en particular.
Tres muertes eran parte de las primeras: Celia Sánchez Manduley -personaje casi mítico que el pueblo asociaba con las fuerzas espirituales que daban sustento a La Revolución-, falleció en enero; Alejo Carpentier -símbolo literario que el país había recuperado y hecho suyo-, hizo lo mismo un día de mayo en París; y un mes después, se quitó a si misma la vida, Haydee Santamaría, heroína de la lucha por la libertad y alma de la Casa de las Américas. Y en medio de estas desapariciones físicas -a partir de abril-, los sucesos de la Embajada del Perú que dieron lugar al éxodo del Mariel -cuando el país renunció a 125,000 ciudadanos por sus deseos de emigrar a Estados Unidos-. Uno de ellos, era hermano mío -de padre- y estuvo preso por contrarrevolucionario durante muchos años hasta el día antes de partir. Pero de él, de mis otros hermanos y de nuestro padre, nada supe hasta 16 años después cuando me propuse buscarles para saber quiénes eran.
Durante esa primera mitad del año, realicé dos documentales: primero, 30 voces y dos manos, a solicitud de la directora del Coro Nacional -Digna Guerra-, que quería divulgar el trabajo de su centro; segundo, Agosto 100,000 de 7 a 7, tema que propuse sustentado en la idea de lo interesante que sería mostrar el comportamiento de las personas en la playa -elemento de identidad geográfica de Cuba y por extensión formador de nuestro modo de ser-. En ambos intenté ceñirme al lenguaje "sensorial" para tratar sus temas, deseando mejorar el estilo de mis compañeros de generación. No lo logré. Podría explicar porqué, pero es innecesario pues sería justificación inútil ante lo que es evidente en la obra terminada. Pero a pesar de mi descontento con ellas, los 2 se dejaban ver sin aburrir y esto confirmaba el nivel profesional que había alcanzado. Además, gracias a lo que sucedió haciéndolas amplié mis conocimientos fotográficos. En el primer caso porque Luis García - encargado de la imagen-, me dejó operar la cámara en ciertos momentos pues no comprendía qué era lo que yo quería registrar de las largas y monótonas sesiones de ensayo del coro. Y en el segundo hice la toma de imágenes totalmente pues cuando llegamos a Santa María del Mar y dije a José López (Lopito) -camarógrafo de larga experiencia en televisión y cine, además de buen pintor-, donde yo quería emplazar la cámara, comentó : "Pero yo tengo un problema en la piel que no puedo coger sol..." Y empecé a reírme hasta que llegó el productor -con la merienda de panes con croqueta y refrescos- y le pregunté: "Qué hacemos?" Y Lopito -sabio-, dijo: "¡Filma tú!, ¿te atreves?" Y aceptado el reto, pasé una semana atrincherado en la arena quemando mi cuerpo para mirar y escoger personajes con un poderoso teleobjetivo de 600 mm mientras "mi equipo" me observaba cómodamente desde la sombra bajo las palmeras. Las manos mágicas de Mirian Talavera -la editora-, resolvieron después mis torpezas de fotógrafo.
Meses antes, el director de la Empresa, Riquenes, me había citado para comunicarme que debía sacar antes de un mes el refrigerador y el televisor que tenía en mi cuarto del albergue de 26 y buscar donde mudarme porque tenían planes a mediano plazo con esa residencia. "Me sobran 29 días." dije. "¿Y dónde vas a ir?", preguntó. "Pues lo pondré todo en la acera frente a la casa hasta que aparezca algo.", "¡No, pero no puedes hacer eso!", "Entonces dime qué hago." Pasó la mano por su cabeza huérfana de su pelo y dijo, comprensivo: "Vamos a esperar..." La situación era para mi incómoda, pues aunque era "joven comunista" y "dirigente del sindicato" (más méritos de trabajo voluntario y disposición a participar en todo lo bueno por hacer que se presentara menos en "mítines de repudio" y acciones contra un enemigo "imaginario" que yo no veía-, no había en mi horizonte la más mínima posibilidad de que me asignaran una vivienda, fuese de microbrigada o de locales que el gobierno acondicionaba para serla. Esta incertidumbre y mi falta de éxito, hizo que fuera a ver a Santiago Álvarez y le pidiera incorporarme a su equipo de realizadores. Aceptó.
Así entré a ser parte de la familia del "genio de la propaganda y publicidad revolucionaria". Y mi primer noticieros fue sobre Arnaldo Tamayo, que el 18 septiembre de este año 1980 participó en la expedición espacial de la cosmonave soviética Soyuz-38 como primer cosmonauta latinoamericano. Una semana antes, fuimos a su provincia natal, Guantánamo, a recoger imágenes de su origen humilde y familia -la información sobre quién sería el afortunado entre los candidatos y la fecha del vuelo, era restringida -casi un misterio-. Y cuando caminábamos por el barrio del elegido sin saber exactamente dónde vivía su familia, pregunté a una anciana que caminaba por la polvorienta calle con su jaba: "Por favor, por casualidad usted sabe dónde vive la familia Tamayo" Y sin pensarlo, respondió: "¡Sí, seguro que estás buscando la casa del cosmonauta, sí mira, es por allí", y alargó uno de sus brazos huesudos y llenos de arrugas para indicarme el recodo del camino donde se veían casitas de paredes de tabla y tejas oscurecidas por la humedad.
Hacer noticieros era excitante. No había tiempo para regodearse o envanecerse con el producto -una semana para hacer 10 minutos en blanco y negro-, del cual se hacían unas 60 copias en el Laboratorio de Tuto. La edición permanecía una semana en los cines de estreno y después pasaba a circuitos de distribución secundarios, terciarios, etc., recorriendo las más de 400 salas que había en La Isla hasta cumplir el ciclo de 3 meses "vivo". Esto condicionaba el "tratamiento de la noticia" para hacerla singular y diferente a las de la prensa, la televisión o la radio. Las "actualidades" debían tener un cierto valor de permanencia en el tiempo. Dicho de forma más transparente, lo que publicaba este "periódico audiovisual" eran ideas y argumentos, sustentados en hechos inmediatos de la realidad. Y como podía ensayarse cualquier "forma" para hacerlo (con una regla del juego única: "dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada."), el tercer piso de Santiago Álvarez era escuela excepcional para aprender a hacer cine y saber cómo lo usa el poder.
De las más de 100 ediciones que realicé durante 10 años, apenas una docena tienen valor "artístico" -todas testimonial-, en el sentido de originalidad de su lenguaje audiovisual y/o estructura argumental-. Dos de ellos, los hice este año. Uno fue la edición 1002 -la última de 1980-, donde por vez primera se se vio un "resumen del año" -decían era imposible en tiempo tan breve-. Otra, la 994 -finales de octubre-, que pasó a ser conocida como "el noticiero de Espartaco", aunque incluía otras "actualidades": la lucha del Frente Farabundo Martí de El Salvador; planteamientos de los sindicatos bananeros nicaragüenses ante el Concejo de Estado por las condiciones infrahumanas de trabajo heredadas de la etapa somocista; un desfile de modas de nuevos diseños de ropa para trabajadores agrícolas cubanos; la celebración del XVI Congreso de los trabajadores azucareros de Cuba; y el VII Festival Internacional de Ballet celebrado en La Habana, donde los bailarines del Bolshoi de Moscú presentaron su coreografía sobre el tema Espartaco. De los 5 asuntos, 2 nacieron de "imágenes de archivo" y "newreel" que recibíamos de una agencias extranjeras -en película de 16 mm que era ampliada a 35 mm-. Y 3, de filmaciones de camarógrafos del noticiero (todos, generalmente, trabajaban para la edición de turno, aunque sólo en alguno "especial" aparecía crédito de ellos, sonidistas, editores y/o "luminitos" -como decían a los ayudantes de luces-, y del jefe o jefa de producción y chóferes).
¿Qué hizo "notable" a Espartaco? Al esclavo tracio que nació en el 113 AC - convertido después en mito-, fue dirigir la más famosa rebelión contra la Antigua república romana en Italia (conocida como III Guerra Servil, Guerra de los Esclavos o Guerra de los Gladiadores), entre los años 73 AC y 71 AC -murió en Lucania este último año-. Y cuando hacíamos el montaje -momento creativo por excelencia-, dije a Julia Yip -ya habíamos acaba de editar cada "noticia" por separado para después sumarlas una tras otra, como se hacía tradicionalmente-: "...ahora pon el momento en que se abren las cortinas en el Congreso y aparecen los dirigentes ..." Y sin hacerlo en la “moviola”, pero dándose cuenta de qué sucedería al colocar esta imagen tras el cierre de la cortina del teatro donde se representaba Espartaco, dijo: "...¡tú estás loco, ¿como vas a pasar así del ballet a Fidel?" Y aún sorprendido por su reacción, confirmé: "Hazlo y veremos ...a mi me parece excelente, hace evidencia algo que está ante nuestros ojos y no vemos, todos somos actores que actuamos, aunque sean diferentes los escenarios, al final la vida es eso un abrir y cerrarse cortinas de teatro..." Y aclarada esa idea-argumento esencial, reordenamos el noticiero mezclando los diferentes asuntos mediante las formas de analogía que nos proporcionaban las imágenes. Era sencillo, como fue posible que no me hubiera dado cuenta antes. A partir de este, todos los noticieros que hice llevaron mi "marca de fábrica". Y los espectadores en el cine decían: "Este es de Buría."
LB
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2 comentarios:
Encuentro que entrelazar las cortinas fué una buena metáfora que me recuerda... "se abre el telón, se cierra el telón."
Gonzalo
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