jueves, 20 de marzo de 2008

Nuevo mundo



El 1 febrero de 1982 -2 días antes de mi cumpleaños-, vi la película Stalker -en ruso quiere decir, El Guía-. Era del director Andrei Tarkovsky, del que me gustó mucho su filme Andrei Rubliov, pero también me atrajo Soliaris -que algunos consideran "la respuesta soviética" a 2001:Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, opinión que me parece una tontería!, pues ambas tratan sobre como veía esos cineastas el futuro humano y eran sólo versiones de su imaginación como artistas-. Lo que cuenta es "la obra como propuesta y anteojos para intentar entender lo que nos pasa y/o lo que nos espera". ¡Casi nunca acertamos!. Pero ese "juego" ha servido para que la Humanidad avance en la comprensión de lo que es ella misma en si.


Volviendo a "El Guía", en cierto momento de la película (hacia el fin de la entrada de los personajes en "Zona" -el oficio del Stalker es facilitarles a forasteros curiosos la entrada en esa región enigmática donde se cree que descendió una nave extraterrestre y por lo cual permanece sometida a estricta custodia policial, que El Guía sabe cómo evadir-), la lujuria me invadió y esa noche hice el amor con mi compañera con mucha pasión. Creo que la banda sonora del filme me impulsó un poco a ello, es muy sensual. La película era una de esas películas herméticas donde no se distingue claramente el tema del conflicto. Sin embargo sentí cierta curiosidad por observar y oír lo que ocurría. A veces el tedio me atacaba un poco, pero al rato volvía a recuperar la atención, sobre todo cuando los personajes hablaban y discutían sobre "cosas" que yo desconocía, pero tenía la sensación de que se estaban refiriéndose a mi también. Era algo raro. El diálogo final de la mujer del Stalker -el protagonista- con él, me pareció excelente. Conversaban sobre un concepto de lo que era la humanidad que me resultaba inquietante -me recordaba a la asombrosa Gelsomina de la película La Strada de Federico Fellini-. Y el plano final de la niña -hija de El Guía-, sobre todo cuando recordé el comienzo del filme, en que unas copas se desplaza sobre la superficie de una mesa sin que nadie ni nada visible la impulse, aunque se escuchan las vibraciones que trasmite un tren que no vemos, es de una elaboración cinematográfica sorprendente por su poder de sugerencia de los vínculos entre El Misterio y Lo Material. El espectador nunca sabe -a menos que sea "empedernido materialista"-, qué mueve a aquellos vasos -tres-, como si fuese una alusión al núcleo familiar tan singular que componen el Stalker, su esposa y su hija baldada. Jamás sabremos si fueron los recónditos poderes del ser humano, sugeridos por la mirada de la pequeña criatura femenina que observa fascinada los recipientes, o los imperceptibles sonidos de la locomotora y vagones arrastrándose por las líneas del ferrocaril. Todo esto me provocó una idea: No es saludable tener atrofiado el órgano de la credulidad y la fe.




Entre febrero y marzo preparé y filmé Nuevo Mundo. La idea había nacido durante mi temporada de trabajo en Moa para la película Polvo Rojo. Interesándome por esta zona del país -tierras vírgenes como les decían-, tuve noticias de un alemán - Guillermo Bender-, que había llegado a Cuba a principios de los 60 y había conocido a Ernesto Guevara de la Serna cuando era Ministro de Industrias. Bender, que solía jugar ajedrez con El Che -al menos eso me dijo-, le propuso construir una central de producción de energía eléctrica a partir de las mareas. Y le dijo que podría ser en aquella región de Cuba – Moa- porque tenía información del gran potencial mineral que había allí, sobre el cual, también, hizo proposiciones para construir una megapolis del níquel. Guillermo tuvo la gentileza no sólo de mostrarme los planos sino también de contarme la historia de su vida. Había nacido en Mannheim (en alemán "casa del hombre") donde sufrió las vicisitudes de la Primera Guerra Mundial tras la cual decidió emigrar a Sudamérica a buscar fortuna. La saga de su vida parecía una historia idónea para intentar contar la del Siglo XX. Así se lo hice saber a Fraga para que autorizara realizar el proyecto y me dejara disponer de todo el "material de archivo" -muy caro para una obra de cine- para ilustrar el documental. Hice un trabajo inmenso de búsqueda de imágenes históricas en el "reino de Eliana Gorostiaga" -la empleada del archivo fílmico que mejor conocía los secretos y manejos de ese departamento-. Y seleccioné una cantidad de metros de película suficientes para hacer un filme de una hora. Pero al final, utilicé sólo un 1 % de ese material pues el proyecto, según "los maestros" (ya se habían creado los "grupos de trabajo artístico", con sus respectivos líderes, Titón, Solás, Manolo Pérez, y aunque yo y otros no pertenecíamos a ninguno, debíamos atenernos a su "aprobación" pues esta nueva organización del trabajo buscaba optimizar el uso de los recursos de la industria).


Aún no pude realizar mi proyecto original tal y como lo concebí, no la pase tan mal como Tarkovsky (todos los negativos de Stalker se perdieron en un fuego y tuvo que re-filmar la obra totalmente de nuevo, con un presupuesto mucho más reducido por supuesto). Yo me pude dar un lujo -para la escala económica del país donde yo trabajaba-, pues pedí a la empresa a cargo de las inversiones millonarias de la nueva planta de níquel que me fabricaran una jaula de seguridad con un hueco en el piso para hacer un plano que Raúl Pérez Ureta -el fotógrafo- decía que era imposible de lograr cuando se lo conté. Yo quería que la cámara empezara a rodar sobre la imagen de 3 pequeñas mitades de cocos que los niños de la zona le agregaban -como velamen- una hoja de uva caleta insertada por un delgado vástago que fijaban a la "nave imaginaria" que ellos lanzaban a navegar en la orilla de la playa. Para mi, esos 3 “barcos”, eran los de Cristobal Colón.






Con la lente de la cámara fijada al orificio del fondo de la jaula, nosotros iríamos ascendiendo desde el pequeño mar de agua acumulada en uno de los cimientos sobre los que se levantarían las futuras estructuras metálicas -un socavón de 4 metros de profundidad donde colocamos las “tres carabelas”-, hasta completar el viaje que nos alzaría hasta el punto más alto donde podía llevarnos el brazo de la grúa que sostenía nuestro pequeña jaula de 2,000.00 dólares (fue lo que costó construirla, según dijo el ingeniero que se ocupo de hacerla). La segunda parte del plano, comenzaba en un grupo de soldadores trabajando en una de las toberas de la futura fábrica. La filmación -registrada como un solo plano secuencia-, es, probablemente, la puesta en escena más larga filmada por el cine documental cubano -la escena final dura 128 segundos donde vamos descubriendo el esqueleto que sostendrá el cuerpo futuro de toda la zona-. Usamos un carrete completo de 400 pies de película. Y logramos una imagen final donde se podía contemplar la inmensidad del territorio que estaba siendo transformado en lo que yo imaginé sería la Moa del año 2000. Y, a diferencia de Kubrick y Tarkovsky, aunque con pretensiones más modestas, no me equivoqué. El níquel cubano desplazó al turismo, como primera fuente de ingresos del país el pasado año 2007. Claro, eso puede ser un vaiven del mercado globalizado y si algunas cosas cambiaran en La Isla y en el resto del mundo, el turismo podría volver a recuperar su corona o perderla para siempre.








A pesar de mi fracaso-éxito con Nuevo Mundo, seguí interesado en hacer noticieros. Y días después de regresar de la zona oriental al occidente habanero, me hice a la mar para realizar un noticiero, el No. 1066, que pasó a ser conocido como "Tiburón". Las canciones de Rubén Blades sonaban mucho por entonces. Y se me ocurrió utilizar la letra de una de sus interpretaciones para "organizar el montaje de noticias". Coordiné hacer un reportaje en la Flota de Pesca del Golfo y Angelito -uno de operadores de cámara que trabajaba ocasionalmente en el noticiero me dijo: "...yo me monto en uno de esos lambda -los nuevos barcos que usaban los pescadores cubanos que faenaban en el Golfo de México- y te filmo lo que quieras ...no le tengo miedo al mar..." Y Delvaty -uno de los productores-, agregó: "...y yo me voy contigo porque me gusta el buceo y sé nadar..."


El texto de la canción decía:


Ruge la mar embravecida,
rompe la ola desde el horizonte
brilla el verde azul del gran Caribe
con la majestad que el sol inspira...

Coro:

Este es el guerrero va pasando
recorriendo el reino que domina
pobre del que caiga prisionero
hoy no habrá perdón para su vida.

Es el tiburón que va buscando
es el tiburón que nunca duerme
es el tiburón que va acechandoes
el tiburón de mala suerte.


Alternando aquellos versos con la voz del narrador, que precisaba datos de las noticias específicas que se trataban, hicimos el montaje Julia Yip - la editora-, Elaine Santos -su asistente- y yo. Las "news" eran:


- Gabriel García Marques, en el Foro del Comité Permanente de Intelectuales por la soberanía de nuestra América, repudió una posible invasión a Nicaragua en apoyo a la Revolución Sandinista.


- En los tradicionales Sábado del Libro, que se hacen en plena calle Obispo de la Habana Vieja, se lanza Crónica de una muerte anunciada -con la presencia del autor, el mismo Marques-, que habla de Colombia y de la Guerrilla diciendo que "el gobierno ha perdido el control de los factores del poder" y han surgido grupos paramilitares" ... que le han amenazado de muerte a él...






- Maniobras Paso seguro 82. Ejercicio de coordinación de fuerzas de la OTAM con los medios norteamericanos en el Mar Caribe, donde, por supuesto, eran protagonistas políticos, Ronald Reagan -presidente de USA- y Alexander Haig -Secretario de Estado-.





- La siguiente noticia tenía su antecedente en 1981, en los preparativos de la Operación Navidad Roja, neutralizada por los sandinistas que capturan a dos contrarrevolucionarios - Willian Baltoano Herrera y Juan Zequiera Girón-. Y se mostraban los campamentos de entrenamiento que utilizaron en Honduras contrastando esas imágenes con declaraciones de trabajadores nicaragüenses apoyando el gobierno sandinistas.



- Pero la noticia que gobernaba el interés del noticiero -visual y expresivamente-, era que el 18 de marzo de este año, el mismo día que terminaron las maniobras Paso Seguro 82, se recreaba con imágenes y entrevistas “in situ” el trabajo de captura de los pescadores en medio del Golfo de México, y los detalles de la técnica del palangre que utilizaban los 700 trabajadores que laboraban 26 días continuos en el mar sin pisar tierra.





Quien no haya estado alguna vez sobre alguno de los pequeños botes de 1x2 metros de ancho donde una pareja de asalariados se aleja kilómetros y kilómetros de la nave madre, hasta un lugar donde la pierde de vista -lo cual nos pasó a Angelito y a mi-, no sabrá nunca lo que es experimentar la sensación de estar en un lugar donde nadie te puede ayudar a saber dónde debes dirigirte. Es una experiencia que me enfrentó al miedo terrible y brutal que provoca ignorar.

En abril, concebimos a Laura Buría Santos -que nació el 6 de marzo de 1983. Y en julio, comenzamos a rediseñar el espacio del albergue de 26, donde vivíamos los provisionales sin casa. Ya en este tiempo y conociendo que pronto entraría en vigencia una modificación a la Ley de Reforma Urbana que nos daría derecho a quedar residiendo allí como "inquilinos onerosos" - al igual que a todos lo que disfrutaban de las casas de tránsito que las empresas poseían para sus trabajadores sin vivienda-, decidimos - los 12 que habitábamos 26- distribuir los espacios del albergue entre nosotros, siguiendo un "principio de expansión natural", que considerara las necesidades de cada uno y los límites arquitectónicos de la propia casa para no convertirla en un engendro de diseño y mantener la belleza y armonía original de la que en un tiempo pasado fue mansión propiedad del Fiscal General del Ejército de la República de Cuba. A mi me tocó la habitación aledaña a la mía -Isaac Ramírez, mi vecino se había ido a vivir a casa de la mujer con quien se casó- y parte del portal. Con este espacio, levantando paredes y bloqueando ventanas miami de madera -sólo en la parte interior-, logramos obtener unos 64 metros de superficie habitable. Construimos un baño y cocina dentro y nos quedó, además de una pequeña sala y dos habitaciones, un pequeño rincón para colocar los ya casi 3000 libros que acumulaba en nuestra pequeña biblioteca.


En Noviembre murió Leonid Illich Breznev -Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética durante 22 años, a los que sumó el poder -en los últimos 5- de ser, además, Presidente de la desaparecida URRS. Y me tocó hacer el noticiero dedicado a él. Me pregunté: ¿cómo hago para que esta noticia sea interesante, amena, instructiva y no contribuya a divulgar la idea de que la concentración del poder es algo natural y característico del futuro del mundo que todos intentamos construir. Y resolví el problema de la siguiente manera. Conté la historia de la vida de ese "máximo líder" al revés. La estructura me la inspiró un cuento de Alejo Carpentier: Viaje a la semilla. El noticiero comenzaba con su entierro y terminaba con el tiempo cuando era solo un joven buscando trabajo para sobrevivir. A Fraga le encantó tanto la idea que se paso toda la noche con nosotros en el cuarto de edición "ayudándonos" a no cometer errores al realizar una idea tan bella.


Por estos meses, Andrei Tarkovsky, estaba preparando su próximo filme: Nostalgia (1983), que filmó en Italia. Fue el último que realizó bajo la estricta vigilancia de la Unión Soviética. Poco después emigró a Suecia, cansado de tanta tutela y maniobras criticas contra su obra. Tenía entonces 51 años. Y yo 36.




LB


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lunes, 10 de marzo de 2008

Tierras vírgenes y rojas.

El Noticiero ICAIC aumentó mi conocimiento del país, dirigentes y estructura de gobierno. Me hice habitual del cuerpo de seguridad que protegía al máximo líder y otros cargos del poder. Eso me gustaba. Adquirí visión objetiva de profesiones que conocía sólo por películas, siempre exageradas por las fantasías con que suelen vestirles no solo el cine de ficción sino también las “artes” de los medios en general. La "seguridad cubana" me pareció amable y educada, aunque desconfiada y exigente como era natural a la responsabilidad que se le exige. Verme "aceptado y limpio" para participar como "prensa" en actos y ceremonias, hizo sentirme "importante y especial", con el mismo nivel de los que solían participar en "eventos tan importantes" desde posiciones preferentes. Compartir "revisión de la técnica" con periodistas -nacionales y/o extranjeros-, magos de la imagen como Korda, Liborio, Corrales, Salas, y/o cronistas como Marta Rojas, Susana Lee, Arnaldo Coro, o jóvenes talentos como Soledad Cruz, Rolando Pérez Betancourt, etc., me fue entrenando en la jerga sutil del "slang ideológico de los canales informativos cubanos". A partir de esta época, comencé a entender mejor la compleja relación de que los mass medias "dicen que sucede " y "cómo sucede realmente". Entre "Hechos y Reflejos"", entre "Información y Conocimiento", entre "Revolución y Lenguaje".


Pronto cumpliría 35 años, edad límite para militar en la Unión de Jóvenes Comunistas. El paso siguiente era decidir si deseaba ser procesado para ingresar a las filas del Partido o no. Respondí sí. Y como establecía el procedimiento, Se designó un dúo de militantes del PCC para confirmar o no mis méritos y cualidades para adquirir tal condición. La pareja que se encargo de mi expediente fueron Julio Simoneau y María Elena Molinet -fotógrafo y diseñadora de vestuario respectivamente-. Ambos -en lo personal-, tenían prestigio de personas equilibradas y justas en sus opiniones. Me sentí cómodo con ellos cuando me entrevistaron para rellenar el famoso "cuéntame tu vida" -extenso cuestionario que escrutaba hasta el último rincón de la vida social, política, y personal del aspirante-. Respondí a todo con lujo de detalles y hasta el límites de transparencia que la memoria permite recordar. Todo lo que podía haber de verdad o falsedad en mis respuestas, fue investigado y comprobado. Hecho esto, sostuvimos una segunda entrevista para despejar dudas sobre mi consciencia revolucionaria pues había un suceso de mi vida que les planteaba dudas: "¿porqué bautizaste en la iglesia católica a tu hija en 1969? Expliqué -como la primera vez-, la lógica diáfana y concreta -creía yo- del porqué: Vivía entonces en un cuarto de 4 x 5 metros -yo, mi esposa, mi hija y mi madre, la propietaria-. Suegra y nuera, diariamente, discutían por el bautizo de la niña. Mi madre con argumentos de su fe católica y mi compañera con los de su fe atea. En mi opinión, era discusión "filosófica estúpida, pero constantes", que hacía insoportable la convivencia, agravada -sobre todo- por falta de condiciones mínimas de espacio, agua, vecinos intolerantes con pañales y sábanas aireados en un patio que no alcanzaba para todos, falta de alimentos adecuados para la criatura, cocina de luz brillante -combustible que comenzaba a escasear-, sin baño propio, etc. etc... ¿A cuál conclusión llegamos la madre y yo?. Pues sencillamente que podíamos restar al menos una de las causas de la guerra interna en casa, accediendo a ir un sábado en la tarde a la iglesia para que el cura vertiera un chorrito de agua sobre la cabeza de nuestra hija y moviera su dedo índice en el aire formando la cruz imaginaria que él creía documento de identidad para entrar en el Reino del Señor. Y lo hicimos, aceptando que ello engordaba las estadísticas de reclutados por la Santa Sede del Partido Vaticano, pero convencidos de que "la ostia" poco -o nada- influiría en la "ideología" futura de mi descendiente porque su educación espiritual y en otros muchísimos planos de la vida, estaría aún buen tiempo en nuestras manos de progenitores responsables. Y esto era lo único concreto y real. Así acabé con las discusiones inútiles. Y en algo -mínimo-, mejoró nuestra convivencia. La historia futura confirmó mi hipótesis: resultados y conducta de Lida en sus estudios, preparación para la vida y desarrollo de persona con capacidad para discernir con criterio propio, justo, útil y bueno, me han dado la razón.

"¿Y con la consciencia revolucionaria que tienes hoy, qué harías ante la misma situación", preguntó Molinet. Y respondí: "En condiciones semejantes, con problemas iguales -el agua aún no se ha resuelto-, haría lo mismo." Y Simoneau agregó: "Pero tú dices que ahora eres ateo". "Si, hasta que se demuestre lo contrario, pero la relación entre creencias religiosas y realidad material es muy complicada, sobre todo cuando pasa por relaciones interpersonales, vida material y exigencias del poder."

En la reunión final, el dúo ofreció sus conclusiones del proceso ante los miembros del núcleo. Tuve que aguantar la risa para no faltar el respeto a la solemnidad del acto. María Elena leyó una extensa e interminable lista de cualidades y méritos que yo había acumulado a lo largo de mi vida, alabó la eficiencia de mi trabajo, mi alto grado de responsabilidad en todas las tareas y terminó diciendo: " ...a pesar de todo esto, consideramos que Lázaro Buría Pérez no está apto para ingresar en las filas de nuestra organización..." La razón -no mencionada-, era evidente para mi: la terquedad en no aceptar que mi consciencia comunista debía estar por encima de las condiciones de la vida material y no reconocer el bautizo como error aún el presente. Pero hubo aplausos pues dejaban una puerta abierta para mi futura incorporación cuando superara mis debilidades. Me sentí como Charly Chaplin, pero sin sus cuentas bancarias y -justo es decirlo-, sin su talento.

Por aquellos días, vino al noticiero Jesús Díaz -era ya Secretario General del Núcleo del Partido, si mal no recuerdo-. Traía un paquete en la mano y dijo: "Esto es para ti." Lo abrí y encontré un pantalón levy strauss original -máxima elegancia del intelectual progre de entonces-. Salté de alegría. Me conmovió que se hubiera acordado de mi en su reciente viaje a Nicaragua donde filmó En tierras de Sandino, documental de LM de tres historias. Una de ellas, sobre una maestra cubana del contingente de educadores que ayudaría a la Revolución nicaragüense. Jesús no tuvo tiempo de elegirla antes de partir y me encargó buscar una y filmarla en Cuba antes de que ella viajara. Él la recibiría al pie del avión en el aeropuerto de Managua, identificándola con datos que yo le daría sobre quién era entre todas. Escogí al personaje que me pareció más idóneo para lo que él pretendía hacer y registré su imagen con un segundo equipo de filmación que estaba en Cuba. Pero no hubo manera de hacerle llegar la información de quién era "mi protagonista" pues las comunicaciónes no funcionaron, ni por teléfono, ni fax. Y el contingente partió. Milagrosamente -cuenta Jesús después-, que estando en el aeropuerto nicaragüense, le angustiaba ignorar a quién filmar de los que descendían por la escalerilla del avión. Sintió que había fallado su idea de montaje con el personaje "allá y aquí" y dejó decidir a su instinto. Cuando vio a una muchacha de "pelo largo y sonrisa radiante", dijo al camarógrafo, "filma y sigue a esa". Volví del baño del noticiero -me probé el pantalón de inmediato para ver como me quedaba-, y dijo: "...te la comiste, Buria -solía decir mi apellido sin el acento llano de la í-, en cuanto la vi, dije, ¡tiene que ser esa! ..." Y era, habíamos coincidido en eso que llaman "afinidades electivas" -al menos en esta ocasión-.


Moa Bay Mining Corporation


Jesús vino a verme también por otra razón. La más importante y delicada -para él-. Me pidió que le ayudara en la organización y rodaje de su primer largo metraje de ficción. Polvo Rojo. Sabía que lo que pedía significaba -en algún sentido- un paso atrás en mi carrera. Yo era ya director de documentales establecido y evaluado. Y mis época de "asistente" pertenecía al pasado. Pero acepté, por varias razones: una, le consideraba autor -escritor y cineasta- del que podría aprender; dos, era de mi barrio -La Víbora-, aunque de la zona de clase media -Santos Suárez- y no del Luyanó -proletariado- como yo; y tres, me entusiasmó participar en un filme que recrearía como ocurrió el cambio de la antigua república a la revolución en las tierras vírgenes de La Isla (así se consideraba la zona norte oriental donde se desarrollaba el proyecto de inversión más grande de aquel tiempo gracias al CAME -Consejo de Ayuda Mutua Económica-:1,000 millones de dólares para modernizar el proceso de extracción y procesamiento del níquel cubano). Jesús era partidario apasionado del debate y la confrontación de ideas. Su pedigrí político-literario acumulaba hechos que aún son leyenda en las controversias entre la Revolución Cubana e intelectuales incómodos (como el affaire de la revista Pensamiento Crítico, la polémica sobre la evolución del Caimán Barbudo -de la que fue uno de los fundadores- y otras escaramuzas de la "inteligencia vs el poder"). Y su libro de cuentos Los años duros -Premio Casa de las Américas 1966-, lo había definido como uno de los talentos literarios más prometedores de La Revolución.

Fotos de la primera visita para organizar la prefilmación

El primer benefició que obtuve de trabajar en el filme, fue participar -con voz y voto-, en el análisis dramatúrgico a que Jesús sometió el guión apoyado por María Elena Ortega, joven y exigente analista teatral, con la que ambos aprendimos a percibir el potencialidad de significaciones que tienen todas y casa una de las palabras que se intercambian en los diálogos de una obra. Cada sustantivo, cada verbo, cada adjetivo, cada preposición y/o complemento directo o indirecto -, es parte del “cuerpo de emociones y sentimientos" que anidan, compulsan y explican la confrontación de los conflictos en que están implicados los personajes. Con este examen "técnico", el guión adquirió tal consistencia y solidez de la que -en mi opinión-, carecían la mayoría de guiones de películas cubanas realizadas hasta entonces -¡salvo excepciones, como Memorias del Subdesarrollo -de Titón-, o Lucía -de Solas-. La sinopsis de Polvo Rojo -tal y como se resume el tema de una película para ser entendido rápidamente es: “Cuando la Revolución nacionaliza la planta procesadora de níquel de Moa, técnicos -extranjeros y del país- que trabajaban para los americanos abandonan el país. Pero un ingeniero cubano logra ponerla en marcha de nuevo.” La anécdota estaba inspirada en un hecho real, cuyo protagonista aún vivo entonces, se lo conocía como “Presillas”. Realizar filme de ficción en lugar tan distante de los centros de civilización del país, hacía difícil encontrar en esas "tierras vírgenes" colaboradores y extras que estuvieran en condiciones de ayudarnos realmente -¡disposición tenía!-. La suerte nos acompaño. Allí encontramos a José Oriol, joven estudiante del Instituto Superior de Arte de La Habana, purgando "ciertas faltas y/o errores" cometidos en incidentes "ideo-sexológicos" que nunca supe cuáles eran con claridad, dada su discreción a comentar sobre ellos. Oriol eligió aquel lugar -infernal para muchos-, para probar su disposición y lealtad a los principios de La Revolución. Y en aquel paraje fundó un proyecto teatral que bautizó Grupo Tierra Roja, con el que pretendía involucrar en actividades culturales a la heterogénea masa de "palestinos" -así llamaban a los que, llegados de todas partes del país buscando fortuna y buen salario en el mega proyecto minero cubano que aspiraba a cambiar la estructura económica de un país mono productor de azúcar, albergados en barracas donde subsistían como trabajadores contratados-.
Fotogramas de dos momentos del filme:
Llaurado y René de la Cruz José Antonio Rodriguez
La selección de actores me puso en contacto diario con los mejores de ellos considerados como tales en ese momento: Adolfo Llaurado, René de La Cruz, José Antonio Rodrigues, Tito Junco, Luis Alberto Ramírez -todos estrellas del cielo televisivo y cinematográfico nacional-. La elección más problemática que enfrentamos Jesús y yo -con argumentos contrapuestos-, fue decidir entre Susana Pérez y Cristina Obín -excelentes actrices ambas-. Pero el cine es cruel y sólo había espacio para una. Fue esta la primera ocasión en que descubrí el poder de convicción que podían llegar a tener mis argumentos. Pero también confirmé lo justa que era la alta estima en que yo tenía a Jesús por su capacidad de no dejar que el totalitarismo natural que acecha a quienes tienen el privilegio de estar en el poder lo sedujera. Aceptó mis razones -objetivas y útiles-, aunque no eran las mismas a las que llegó él cuando analizamos las pruebas de cámara de ambas actrices.

Polvo Rojo fue superproducción -desde el punto de vista económico y puesta en escena-. Raúl Rodríguez creó una fotografía directa, espontánea, pero muy cuidada y estudiada; Raúl García hizo milagros de grabaciones con el sonido directo y Justó Vega dotó al filme de un montaje y edición impecables, armonizados con la música de José María Vitier. Ricardo Ávila -con dos fieles productores que trabajaban 27 horas al día moviéndose en el incansable vehículo de Diosdado Navarro -el chófer-, propiciaron la logística imprescindible para organizar y controlar los días de filmación de las más desmesuradas escenas de masas -apoyadas por "palestinos" y pobladores de Moa convocados por Oriol-, y que el equipo de maquillistas de Magaly Pompa y las hacendosas vestuaristas de Violeta Cooper, transformaban en protagonistas de una historia sucedida 20 años antes.

De las escenas filmadas, la que más nos emocionó fue “la entrada de los rebeldes al pueblo -apoteosis que rememoraba “los primeros días del triunfo revolucionario”, y "el asalto de las masas a la Moa Bay Mining Corporation" -la planta de procesamiento de mineral de níquel más moderna del mundo en el momento en que fue construida, 1958, cuya tecnología era aún "más avanzada" que la que tendrían las "nuevas fábricas proyectadas por la inversión del "campo socialista"-. Con esta secuencia, Jesús quería hacer "homenaje a la famosa escena del asalto al Palacio de Invierno en la película Octubre -el clásico de Serguéi Eisenstein-, y encargó a Feliz Puente -el más viejo de los vecinos con quienes yo compartía el Albergue de 26- que diseñara una puerta con la suficiente semejanza, altura y presencia como para que los asaltantes cubanos la treparan y sustituyeran el "símbolo capitalista" que la coronaba con "la bandera Cubana" -como se ve en la foto-.


Tanto me fascino la experiencia de Polvo Rojo, el lugar y la amistad profunda y sólida que hice con José Oriol –me contaba las peripecias del mundo real que había tras el paisaje de aquellas "tierras vírgenes rojas", que me propuse hacer un documental para contar como yo veía la historia de ese "Nuevo Mundo" donde acompañé a Jesús. Me sentía como el Lázaro bíblico -único que visitó y volvió de ese lugar de donde aún nadie a regresado, al menos que yo conozca-.El 12 de junio de aquel año 1981, tras conversar con un nativo de aquellas tierras, escribí algo que puede ser poema o no -muchísimas palabras me molestaba en amontonar en aquella época, quizá con la intención de no olvidar cómo fui o como jugaba mi mente con ellas entonces. Dice así:

Yo soy Laureano Breffe;
llegué aquí por el año 30,
fui pescador, carbonero,
trabajé en el aserradero,
fui peón en la construcción,
al Triunfo miliciano
y después sereno en la planta.

Yo fui el que dijo a mi nieto
como llamaron a estas tierras
sus antiguos pobladores,
los que huyeron al monte
cuando vieron la nave española.

Así las nombraron:
LUGAR DONDE ENTIERRAN A LOS MUERTOS,
y debe ser verdad,
pues yo puedo dar fe de ello.

LB