viernes, 13 de noviembre de 2009

PALABRAS QUE NO HAN MUERTO

(Escrito a mano en el dorso de la postal con la imagen de un león)
"En este país hay estos animales, pero no en el zoológico sino sueltos por el campo. Cuando vi a este león me acordé de ti, vaya usted a saber porqué. Dile a Alfredo que te cuide como tú lo sabes hacer con los que te rodean. Esta postal es para Lida. Unida la postal a las otras dos, son la primera adivinanza que les propongo para que entiendan el lugar en que me encuentro."

(Escrito a mano en el dorso de otra postal con la misma imagen del león)

"Este león está tranquilo mirando a la niña hermosa que quiere a su padre bueno. La fiera es mansa cuando tiene amor, hay que hacer que haya mucho amor en el mundo para que no se despierte la fiera que el hombre lleva dentro. Para Laura desde Africa (Leérselo así como está escrito, no importa que no entienda) (ENTENDERÁ ALGÚN DÍA)

En el avión de regreso -tras 11 meses de misión angolana-, mientras observaba la gorra blanca sobre la cabeza de otro "internacionalista" (la palabra TOTAL, en rojo, destacaba en su frente), pensé: "... si se tienen ciertas experiencias, la capacidad para sobrevivir en circunstancias difíciles crece, aún cuando se viva años de años, y se continúe viviendo, en país donde la política interior ha sido y es equivocada en muchos aspectos, aunque la exterior, basada en una solidaridad internacional casi imposible de cumplir, sea aceptada por casi todos y sostenida sobre sus espaldas. Y a pesar de que ese "internacionalismo", en si mismo, no es la razón principal afincada en la conciencia para promover su práctica en quienes, sin presión política y/o obligación militar, acuden a su llamado, ni la causa principal que les mueve a asumirla solidaridad -¡todos allí saben cuál es la primera!-, entregar una pequeña parte de la vida a ella hace sentirse noble y altruísta, con lo cual se justifican parte de las carencias económicas que padecemos y aceptamos." Cientos de miles de cubanos pasaron por Angola durante los 3 lustros que duró la Guerra Civil Internacional que ocurrió allí. Yo fui uno de ellos.

Quisiera volver a leer todos los documentos que conservo de mi estancia en ese país africano para escribir está crónica sin obviar cosas que, entonces, consideré importante y anoté con la obsesión de quien no quiere olvidar ningún detalle de lo que está viviendo y aprendiendo. Pero tal papelería (cientos de cartas a mi familia, más las que recibí de ellos y de amigos y amigas, que también contesté, más decenas de informes sobre el trabajo del equipo que dirigía, expedientes y semblanzas de alumnos, el diario personal de todo lo que hice día tras día en ese entonces y otras tontas pretenciones literarias), es volumen de información que restaría un año a mi vida, si volviera a recorrer toda su extención. Por esa razón, lo que leerán es pobre reflejo de lo que me ocurrió a mi allí. Sintetizado y, ademas, abreviado; por lo cual -podría parecer-, aunque no es mi propósito, que olvido, desecho y/o ignoro lo que otros, internacionalistas o no, podrían creer esencial.

Una cara de las hojas de 8 1/2 x 11 donde anoté, por ambas,

mi diario (2 al 8 marzo 1988)

Mi trabajo al frente del equipo de especialistas de cine fue, además de ser maestro de mi especialidad -realizador-, coordinar la colaboración con la contraparte angolana, representada por Arnaldo Santos, Director de ICA, Instituto de Cinema Angolano -al que apenas vi en un par de reuniones-, y por Salgado Costa, del L.N.C., Laboratorio Nacional de Cinema -con el que tuve que lidiar casi a diario-. Y en tercer lugar, hacer informes mensuales sobre la marcha de nuestra misión, tanto al Dpto. Técnico del ICAIC -dirigido entonces por Vicente Alba-, como a la dirección angolana. La primera dificultad que encontré para hacer efectiva nuestra labor educativa, fue las desavenencias, casi expresas, entre Santos -negro - y Costa -blanco-. O sea, desacuerdos de funcionarios, que suelen ser más irracionales en país donde, como Angola, habíanse librado del colonialismo hacía pocos años, pero donde aún estaba viva la predisposición de partes ante el conflicto -aún siendo del mismo partido-, por haberlo sufrido durante 5 siglos. El equipo bajo mi tutela lo componían Isolda -la productora, blanca-, Angelito -el camarógrafo, mulato y marido de ella- (ambos rondaban los 40 años), Tato -el sonidista, blanco-, e Iván -el Iluminador, negro-, (ambos veinteañeros). Y yo -con mis 41 de parecer blanco europeo, aunque como casi todos los cubanos, tenía un trastatarabuelo africano, lo cual supe 7 años más tarde-.


En la CEM, con un compañero ocacional,

durante los primeros días de entrenamiento militar.


Por ser civil, lo primero que hice fue pasar un entrenamiento militar de 13 días, del que se decía, entre otras cosas, que había que arrastrarse por debajo de un fuego, casi rasante, ¡de ametralladora con balas de verdad! No recuerdo si fue así o no, pero lo principal es que salí vivo de allí y sabiendo armar las piezas de un AK (fusil soviético de repetición automática) en 20 segundos.

Con diploma de "preparado para la guerra" bajo el brazo, me imaginé -como todos los del equipo-, instalado en uno de los bellos y confortables apartamentos de algún edificio de Luanda abandonado por los colonialistas 12 años antes -con vista al mar, lleno de efectos electrodomésticos y con aire acondicionado-. Sabíamos que en ellos residían otros especialistas civiles y algunos militares.



(Escrito a mano en el dorso de la postal con la imagen de la capital de Angola)
"Aunque llevo 15 días en Luanda todavía no he visto esta parte de la ciudad que está en la postal, pero de todas maneras es bueno saber que existe. Las postales de viaje son sólo eso, sueños. La realidad es otra, que será mucho más hermosa algún día. Todo depende de nosotros. Esta postal es para Aida Pérez, mi singular y intransigente madre que tiene un hijo en África."

Pero aquellos predios estaban llenos hasta el tope y fuimos a parar -era 5 de noviembre de 1987- a un lugar llamado 1ro. de Mayo, conjunto de construcciones pre-fabricadas -al estilo de las microbrigada cubanas- donde vivían personas de otros países (casi tan internacionalistas como nosotros, aún cuando recibían sus salarios en moneda dura y no como nosotros, que nos daban una parte en especies y Kwanzas -dinero angolano-) (1), y nativos de rango social medio. Y aunque me sentí frustrado y nuestro sueño (mi tropa puso el grito en el cielo -menos Isolda), entre otras cosas porque no había agua corriente y tendríamos que vigilar al camión cistera que la repartía un día a la semana bombeándola hasta la altura de cada piso mediante una larga manguera con que se llenaban los 2 o 3 tanques de 55 galones que había en el patiecito de cada vivienda), le vi el lado positivo al lugar: tendría contacto más directo, estrecho y diario con naturales del país y ciudadanos de otras naciones. Me tocó un 4to. piso. Por supuesto, sin ascensor. Y sin vista al mar.

Esquema de los 11 bloques de edificios de 5 plantas

que había en el predio con nombres de nuestros

vecinos cubanos y extranjeros.

Dibujo que envié a mi familia para que supieran en que parte del edificio vivía yo.

Escribiendo mis primeras cartas y el diario

en mi vivienda del 1ro. De Mayo.

Las autoridades que nos atenderían, prepararon un recibimiento de bienvenida en un expléndido restaurante cabaret en la mítica IIha de Luanda (¡me di cuenta que a pesar de estar en la guerra, aquí en la capital podía salir a divertirme de noche! -funcionaban varios lugares para ese propósito en la ciudad-. Y me asombre de verme allí, en ese brazo de arenas blancas y finas -semejante al Varadero Caribeño-, comiendo, bebiendo y disfrutando del Conjunto de Danzas Folkloricas Nacional de Angola, que nos ofrecía un espectáculo maravilloso de danzas del país, tras el cual las bailarinas nos invitaron a imitar sus movimientos de hombros, caderas, pelvis, enormes culos y piernas, que nos desordenaban los sentido a los hombres cubanos que éramos, convencidos de que la sabrosa cultura de nuestros cuerpos sería capaz de seguirlas. Nunca he hecho tanto esfuerzo físico y síquico, ni sudado tan copiosamente como el que tuve que hacer para alcanzar un comportamiento de mi ser que imitara lo que aquellas mujeres hacían con el suyo de manera natural y espontánea. Parecían cubanas, pero en la particularidad del ritmo que tenían en sus continentes carnales había "otra cosa". Tras mucho intentarlo, logré "entrar y compartir" en el mío lo que ellas hacían y ofrecían con el suyo. Y me sentí "angolano" por unos segundos. Y Ser Humano Universal. Animal feliz. Era la sensualidad más pura y natural que había conocido hasta entonces.

Al día siguiente, Angelito me sorprendió escribiendo mi diario entre las rocas de la Ilha de Luanda, mientras Isolda, siempre riendo, tomaba el sol en lo alto y unos niños miraban lo que yo hacía, sin entender muy bien porqué.

Días después, hubo un segundo "bem-vindo". Ahora en el salón de actos del Laboratorio Nacional de Cinema. Y tras el discurso de Salgado, en portugués para sus empleados, los miembros de mi equipo me pidieron decir unas palabras. Y como me creía capáz ya de manejar la lengua de nuestros anfitriones y para ser cortés con ellos, me lancé a dar las gracias en un largo y sentido parlamento en ese idioma, después del cual -y los aplausos-, alguien desde el fondo gritó: "¡Vocé falha muito bem el italiano!"


Obligado por mi profesión y funciones, conocí a realizadores del cine angolano -Ruy Duarte, Orlando Fortunato y otros-, y a escritores (alguna vez encontré a Luandino Vieira -Presidente de la Unión de Escritores, que tenía muchos amigos en Cuba-, leí cuentos de Pepetela -Artur Carlos Maurício Pestana, escritor de moda en ese momento-, y tiempo después me relacioné con la TPA -Televisión Popular de Angola-, donde impartí conferencias e "intimé" con una hermosa y enérgica medallista olímpica -de piel acaramelada y ojos verdiazules-, tan potente como las bailarinas del folklórico-, pero devenida en funcionaria estatal que se ocupaba de la programación.

La experiencia culinaria que mejor recuerdo, la tuve en casa del Segundo Jefe del Laboratorio de Cinema -angolano, negro, educado en París, casado y de sonrisa y carácter amable que le brotaba por todos sus poros-. Me invitó a comer en su hogar, modesto y amueblado sólo con lo necesario -como él-. Nos sentamos y su esposa colocó en la mesa una bandeja llena de una masa pastasa que parecía engrudo hecho con alguna vianda -explicó que era yuca molida-. Y sumó otros 2 recipientes, uno con salsa y otro con trozos de carne. En silencio, me invitaron a servirme yo primero y así lo hice. Utilicé un cucharon dispuesto a los efectos y lo hundí un par de veces en la pasta blanquecina para trasladarla a mi plato. El, ella y el hijo me miraban con curiosidad y pensando yo que esperaban por mi opinión, comencé a yantar aquella masilla elastica que invadió toda mi boca y me dejó mudo, aunque movía mis mandibulas para intentar suavizarla, tragarla y hablar, pero con poco éxito. Hasta que él preguntó por qué los cubanos comían así, sin echar salsa al funche para ablandarlo y sin agregarle la carne de cabrito que era tan rica. Entonce supe que acababa de hacer el ridículo. Y todo por no preguntar.

El impacto más deslumbrante lo tuve cuando fui el primer día a La Candonga. Para mi, como para todos los que no conocíamos ese lugar, el más famoso de todos para los cubanos, fue como descubrir "otra realidad". Acostumbrado a los ordenados y limpios mercados occidentales, y a los poco surtidos o casi vacios -como los de Cuba-, o -en mi caso-, conociendo los exuberantes y atiborrados asiáticos, chocar con aquel caos de gente y mercancías puestos aquí y allá, sin orden ni concierto, aunque buscando el mismo objetivo, vender, vender, vender, fue, humana y estéticamente, doloroso y placentero -simultaneamente-. No porque faltara la alegría -en cualquier tipo de mercado siempre la hay-, sino por lo que aquello revelaba sobre la civilización y las necesidades de aquella masa de seres humanos. En Luanda no faltaban otras zonas comerciales al estilo "moderno", pero en la novedosísima urbe -construida en su mayor parte a partir de los 60-, también se había perdido y iba perdiendo, día a día -como constaté después-, el explendor, orden y limpieza que tenían -según decían- en tiempos de la colonia. Tal fenómeno resultaba de una incontrolable inmigración masiva del campo a la ciudad -básicamente de humbundos, kinbundos, kikongos y kiokwes, la 4 etnias más numerosas del país-, no sólo por la guerra sino también por el ansia de progreso. Y esto colmaba a la ciudad de más habitantes de los que podia soportar de forma racional. Durante el tiempo que estuve en Luanda, recojí una colección de 77 latas de marcas de cerveza diferentes, en su mayoría importadas de 17 países desarrollados. Algunas de ellas fabricadas en países "enemigos" -como Suráfrica-. Corroboré que, ni siquiera la guerra puede detener el comercio. Con ellas mantuve adornado mi cuarto en el predio 1ro. de Mayo.

Clase práctica de filmación en algún lugar de la ciudad. Angelito con la cámara y yo, como buen realizador, en short y hablando de otra cosa con alguien.

Con Tatí, argentina y profesora de diseño, que residía, con su hija pequeña, en uno de los bloques cercano al mío y que llenó con sus cuentos y saberes la soledad de algunas noches de nuestro equipo, aprendí a usar el Libro de las Mutaciones -I Ching-, que me ayudó a entender, con la simplicidad de sus metáforas hexagrámicas, excrutable y lúcidas, la complejidad y singularidad de todo lo que estaba viendo y viviendo en aquellas tierras.

Los 64 hexagramas del I Ching

TAI Hexagrama 11, LA PAZ
Arriba K' un, lo receptivo, la tierra
Debajo Ch' ien, lo creativo, el cielo

Pero mejor que esos símbolos del antiquísimo libro sapiencial chino, colaboraron a que entendiera el país los alumnos que elegimos para el curso de cine a quienes impartiríamos nuestros conocimiento que, en algunos casos, no erán tan actuales como los que ellos manejaban ya antes de conocernos a nosotros pues habían frecuentado lectura de textos más actuales, que desconocíamos. Sobre todo en cuanto a la actualización de nuevas disciplinas y enfoques sobre los procesos de comunicación, como la Semiótica, el Analisis Linguístico, Nuevas Tecnologías Audiovisuales, etc. Y lo curioso de esto era que no procedían de hogares ricos -tuvimos cierto cuidado en este aspecto para ayudar a los que menos tenían, aunque el talento y la inteligencia propia de alguno que disfrutara de más no le excluyó de nuestra selección-. Escogimos un grupo de 15 -no había recursos, ni tiempo para más-, siguiendo una metodología de entrevistas, texts y pruebas que procesamos durante varias semanas y confrontamos con la parte angolana-. Y no rechazamos a ninguna de las muchachas que se presentaron -eran menos que los hombres, lógicamente-. Aunque hacer valer tal igualdad de sexos para las profesiones que enseñaríamos, nos costo algúna que otra discusión con los machistas del patio.

(Escrito a mano en el dorso de una postal de mujer mumuila con su niño)
"En la tienda donde compré las postales, el empleado tenía camisa blanca y usaba una corbata negra, otro empleado discutía con un soldado Fapla mientras en la puerta un hombre trataba de aplacar la discusión y pronunciaba las palabras "confusión camarada, e u confusión' y me miraba con ojos tristes y optimistas. Me identifiqué con aquel ser que aspiraba a que no hubiera lucha entre compañeros. Esta tarjeta es para Laura y Elainita, para que conozcan una madre africana."

El exodo campo/ciudad traía día a día a cientos de jóvenes ante nuestra mirada. Un día, dos muchachas -no recuerdo exactamente si kinbumdas o umbumdas-, que visitaban a un pariente suyo que residía en nuestro predio, fueron a pedir comida a mi puerta. Y las invité a pasar. Una estaba embaraza de pocos meses. Les brindé algo de lo que nos abastecián semanalmente y conversé con ellas mediante gestos y las pocas palabras del portugués que ellas sabían y les pedí que me enseñaran algunas de su lengua. A cierta altura del diálogo, me preguntaron si quería hacer sexo con ellas dos. No me ruboricé ni me entusiasme, no por falta de deseos, ni por moral de internacionalista respetuoso -sabía que alguno que otro había hecho ya un trío y que las pelis porno se visionaban con discreción en algún lugar que nunca conocí-, sino por respeto a la ignorancia. Pero ese respeto no excluía satisfacer una curiosidad que tenía: ¿serían las africanas tan sexuales y calientes como se decía de los de "su raza"?. Y accedí a tener relación con una de ellas -la que no estaba enbarazada-. Era bajita, robusta y todo músculos y de carne oscurísma y brillante -casi azul, como comprobé mientras le ayude a bañarse con un cubo de agua y yo limpiaba su cuerpo con una esponja que sudaba burbujas blancas de jabón que se tornaban ocres al contacto con la tierra impregnada en su piel-. Cuando, sentada ya en la cama, la acaricié suavemente, sentí hincharse sus pechos y el escalofrio que le recorríó el cuerpo erectando todos sus poros y endureciendo la cúspide de sus pezones, pero su rostro estaba inalterable, sin expresión, en silencio. Y de pronto -no sé porqué-, sus movimientos, en principio mecánicos y aprendidos como una rutina biológica, fueron transformándose hasta abrirse totalmente con leves y naturales contorciones de gracilidad placentera que -creí- ella misma no comprendía bien porqué le ocurrían ya que -también lo pensé así- nunca antes, muy probablemente, había sido tratada de tal manera por un hombre. El acto fue breve y sólo un sutil quejido electrizante que salió de su boca, me sugirió que había sentido un orgasmo. Pero no puedo asegurarlo. Volvimos a la sala y su amiga me preguntó si ahora le tocaba a ella. Le dije que no. Y no precisamente por faltarme ganas y fuerza. Era porque ya sabía lo que necesita comprender. La sexualidad de esta mujer africana, y quizá la de muchas como ella, no era más ni menos que otra de las formas en que se expresa la cultura de un ser humano y el nivel que ha alcanzado en el conocimiento de si mismo como individuo y género. Y en la parte del mundo donde me encontraba -como es lógico-, no eran de uso común las formas de obtener y dar placer mediante técnicas sofisticadas de practicar el sexo, tales como las inventadas en tiempos remotos en Asía o, más recientmente, en las Américas lejanas, o el próximo Medio Oriente, ni en la Europa. No fue esta la única experiencia insólita que tuve en "asuntos de carne". Hubo otra más inconcebible aún: mujer toca a mi puerta; algo más de 50 años, bien conservada, formas atractivas; vestida con elegancia -relativa para el lugar donde estamos, o sea, limpia, calzada y cubierto todo el cuerpo; y dice -en español casi perfecto, aunque es mestiza clara-, "... buenas noches, he venido para ayudarte ... ustedes, los cubanos que viene aquí, pasan mucho tiempo lejos de sus mujeres y esposas y tienen necesidad de ... bueno ya sabes ... ¿quieres hacerlo conmigo? ... yo soy sana y limpia y puedo hacerte pasar un buen momento ... no tienes que pagar nada, yo tengo lo necesario para vivir, pero quiero que ustedes no sufran aquí, al menos por falta de mujer ..."

Durante una visita a Bengo, sobre el cual escribí una crónica titulada

"Ir a Bengo"

También sufrí malaria. Algo menos que 6 en su escala de grados de severidad. Me dolía todo el cuerpo y tenía una somnolencia constante. Me ingresaron. Estuve varios días en el hospital tomando quinina. Y allí supe que, por la calle, caminando y haciendo vida normal, había angolanos y angolanas con 9 grados de esa enfermedad. Y no acudían al médico porque si lo hicieran todos los que la sufrían, desbordarían los servicios médicos.

Los alumnos aprendían pronto y bien. El programa del curso incluía prácticas de filmación, algunas en los escenarios de la guerra que se libraba en el interior del país, como en Huambo, adonde fuimos en marzo, abril o mayo -no recuerdo exactamente-, cuando un avión de las tropas cubano-angolanas fue abatido por fuego amigo y murió el general cubano que se ocupaba de los asuntos logísticos allá. Casualmente, era esposo de una amiga nuestra -maquillista del ICAIC-, Rita. Filmaríamos "noticias", cualesquiera que fueran apareciendo -en los ambientes de guerra siempre las hay-.Y una noche, casi a las 11 y media, mientras jugábamos dominó en la planta baja del edificio de 10 plantas donde se albergaban cubanos civiles y militares que estaba en esa ciudad, ocurrió una. Yo tenía el doble nueve -ficha de la que cualquier jugador quiere deshacerse lo más rápido posible-, y no sabía cuando podría botarlo. Estábamos a final de juego y de pronto, ¡BIN-BAN!, sentí y oí el estruendo de una bomba cuya onda expansiva golpeó todo mi cuerpo y tumbó, sobre la mesa, las piezas con que jugabamos, dejando al descubierto los números de las fichas, aunque algunas cayeron boca abajo y no podía saberse que escondían los jugadores. Pero no caí al suelo. Y cuando oí voces gritando "!Ataque, ataque ...", tuve un único pensamiento: ir a buscar mi arma para, si me mataban, llevarme antes por delante conmigo a todos los que pudiera, de los que intentaban quitarme la vida. Y así, de pronto, me convertí en ser elemental y primitvo, que corría escaleras arriba para llegar hasta el octavo piso y coger el AK que, confiado, había dejado al lado de la cama donde dormía. Llegué, busqué, pero no lo ví. Mire en varios sentidos y me di cuenta que no era mi piso. Estaba en el décimo. Me había pasado. Bajé. Lo encontré y seguí descendiendo hasta el sótano, donde estaba previsto que nos guareciéramos. Y desde un rincón en la oscuridad, aferrado a mi arma, vi los relánpagos de la metralla y escuché la danza sonora de los disparos que se intercambiaban los que afuera se agredian entre si. El FNLA -Frente Nacional de Liberación de Angola- y la UNITA -Unión Nacional para la Independencia Total de Angola-. El ataque duró algo más de media hora. No hubo bajas, al menos entre los "nuestros". No tuve necesidad de hacer ningún disparo.


Casi un cuarto de siglo antes, cuando cumplía el Servicio Militar Obligatorio en la base de helicópteros de Ciudad Libertad en La Habana, pude imaginar verme en uno de esos aparatos que, según dicen, tiene su origen en antiguos juguetes chinos que volaban unos segundos y que Leonardo da Vinci dibujó como artilugio mecánico -¡imposible de hacerlo realidad en El Renacimiento por la precaria tecnología de aquella época!-, pero sobre el cual franceses y españoles discuten hoy aún, insistiendo en atribuirse la autoría del invento, aunque fue finalmente un alemán quien diseño el primero de ellos "controlable" y facilitó, perfeccionándolo, su construcción en serie, hasta que se produjeron los que yo había visto en la Apocalipsis Now de Coppola. Pero en esta otra película, era yo, ahora, quien estaba mirando por la portezuela abierta de la barriga de uno de esos pájaros volantes, aunque lo que veía asomarse desde ella no eran ametralldoras calibre 50 sino la vieja cámara de 16 mm que empuñaba Angelito para hacer los planos que le pedí registrar mientras sobrevolamos la selva inmensa, intensa y verde. Aterrizamos en la aldea desde donde habían informado que se produjo un ataque de la UNITA. Y filmamos la devastación que había producido la agresión a las rústicas casas hechas de los más variados materiales y productos de la fauna. Muchos heridos, atendidos por improvisados equipos de auxilio, y algunos muertos reposaban aquí y allá. Recorrí el lugar pensando un montón de cosas que no puedo hacerlas caber aquí. Casi al atardecer, el teniente del FNLA que estaba a cargo de nuestra seguridad dijo: "... bueno, tienen que irse ya pues va a salir el último helicóptero que regresa hoy a Bie ..." -otra ciudad en el interior de Angola-. Me enojé y dije que todavía no habíamos terminado el reportaje que fuimos a hacer allí y que quería quedarme a dormir para filmar el amanecer y hacer algunas entrevistas más. "No, tienen que irse ya ... no sabemos que va a pasar aquí esta noche ...", sentenció el mulato. Y partimos. Al siguiente día supe que se produjo un nuevo ataque, nocturno, allí y se había perdido todo contacto por radio con la patrulla que quedó en el lugar, que comandaba el teniente mulato. Pensé lo estúpido que fue insistir en defender "mi arte" allí.

Cuando se acerca el momento de mi regreso a Cuba, dije a un amigo de la seguridad cubana que no quería volver sin haber estado en Cuito Cuanavale -provincia de Cuando Cubango-. Ese punto de Angola, en el extremo sur -muy cerca de la frontera con Namibia-, sonaba ya como " ...el lugar donde se decide quién gana esta guerra ...". Y pude acercarme hasta allí en uno de los vuelos que se hacían para abastecer de apoyo material a los que resistían combates que duraban todo el día y la noche, diariamente. Fue una visita relámpago, apenas unas horas, pero tuve la oportunidad de ver -in sitú- como tiene lugar el trabajo del azar en un combate a distancia con cañones de largo alcance. Nunca se sabe dónde caerá la bomba. Uno las ve, por los hongos de humo que e levantan de pronto alrededor y tiene constancia de que el peligro no ha terminado porque aún escucha los ecos del BIN, BON; BAN ... que no cesan. Pero de tan continua que llegó a ser esa presencia de imágenes y sonidos en aquel lugar, parece que los involucrados llegaron a acostumbrarse a ese "no saber que pasara" de tal manera que les hacía lucir indiferentes a ese azar que podía elegirlos para morir. Y entonces -es lo que yo ví y sentí-, hacían su trabajo de soldado con tranquilidad y sin miedo ni nerviosismo.

Foto de estudio que envié a mi familia.

A lo largo de mi estancia en Angola, tuve noticias -y vi algunas películas- de las nuevas tendencias estéticas y temáticas del cine soviético que habían comenzado a producirse bajo el aliento de "la perestroika y la glasnost". El título de una de las obras de ese período de la cinematografía de la URRS -algunas trataban el tema de la guerra-, Ven y Mira -dirigida por Elem Klimov, que accedió a la presidencia de la Unión de Cineastas en 1986-, me sugirió el que propuse para bautizar, y así lo titulamos, al documental que, con la participación de los alumnos, hicimos para concluir el curso: Escuta y Olhea -Escucha y Mira-. En la obra, que duraba 20 minutos, se mostraba un Carnaval de Mutilados de Guerra -fiesta, en cierto sentido, escatológica por el testimonio que dejaba de la cantidad de angolanos castrados en alguna, o algunas, de sus extremidades por las minas antipersonales de que estaba sembrada gran parte del territorio nacional entonces-, y los servicios de rehabilitación que se prestaban a una parte de ellos pues no había prótesis para todos en ese año 1988, que el gobierno angolano calificó de:
AÑO DEL SANEAMIENTO ECONÓMICO FINANCIERO.
Con Sergio, el museólogo, en los días finales de nuestra misión.
Ya en casa, rodeado de mi familia mientras desempacaba los modestos regalos que traje a cada una, pregunté a mi mujer si había recibido mensual y normalmente los 400.00 pesos cubanos de mi salario de director de cine del ICAIC. "Sí y te voy a enseñar todo lo que compré para la casa ...", dijo, aludiendo -entre otras cosas- al nuevo sofá y dos butacas de cañamo, barnizadas -costaron 300.00-, que estaban en nuestra pequeña salita comedor, comprados en las ferias de artesanos particulares autorizados por el gobierno ha vender sus mercancías y que me sorprendieron inmediatamente que entré. Finalmente, con cuidado, retiré el papel en que había envuelto lo más preciado para mi que traía de Angola: dos pequeñas estatuillas de madera preciosa, negra, exactamente iguales entre sí, que representaban un Pensador. Las coloqué sobre el cristal de mi buró y quedé observándolas. Tenían casi la misma postura que la famosa y conocida obra de Rodín. Sólo que estos eran más estilizados y no tan realistas como aquella obra maestra del europeo.


LB


DOS CARTAS: UNA, LA PRIMERA QUE ENVIÉ A MI FAMILIA; DOS, ELEGIDA AL AZAR -¡SI AL AZAR!-, ENTRE LAS MUCHAS QUE RECIBÍ DE AMIGOS.

Luanda, 6 noviembre 87
Pequeña mujer mía:

¡Ya salí del CEM! (Centro de Exterminación Masiva como le pusieron las companeras) (no te preocupes por la eñe pues a las máquinas de escribir aquí parece que no les hace falta la eñe). Vinimos a caer a un predio que se llama lro. De Mayo, son varios edificios de micro construidos por los cubanos cerca de una Avenida llamada Che Guevara. Su retrato fue lo primero que me llamó la atención cuando llegamos, está puesto en la fachada del edificio donde cayó Tica, al nivel del 2do. Piso. El impacto que recibimos al llegar fue muy grande, pues aquí viven familias angolanas junto a los cubanos y las calles interiores están repletas de niños (encontré la ñ, estaba en el mismo lugar que en todas las otras máquinas, lo que el signo que tiene dibujado es otro, el de ¼, que según me dice Luis -un maestro de Guantánamo que vive en este mismo apartamento- le puso Palacios, otro maestro, pero de Santiago de Cuba que tiene cuatro varones y una hembra. El tercer habitante es del mismo oficio y me lo encontré planchando un pantalón cuando llegué a las 11 de la mañana. Me brindó enseguida de comer y café. Al grupo nos distribuyeron en diferentes apartamentos (pagamos en este momento la novatada). El cuarto miembro de la casa donde viviré hasta que vea cómo podemos reunirnos los del ICAIC, es museólogo y cuando llegó a la una de la tarde traía una cara que sólo la puede describir la palabra desolación. Estuve como dos horas creyendo que se llamaba Serio, pero después supe que el nombre es Sergio. Como a las 4 de la tarde me mostró una planilla que había confeccionado para que los angolanos la mandaran a imprimir y así llevar mejor el control de los objetos museables. "...tú sabes lo que me dijeron -me dijo- que primero tenían que acabar de usar los que tenían, que eran muchos ...¡yo no voy a hacer más nada!, para qué, si esto es un fenómeno aquí ..." Así se comporta un vedadino en este país que me costará mucho describirte. Dominador, el sobrino de nuestra vigorosa vecina llegó también a la una con Sergio, dile que el restaurador está bien, hoy tenía guardia de 6 a 9, se va el mes próximo. Tica se ha portado muy bien, tanto en la escuela como aquí, salió destacada del pelotón que dirigía y la sonrisa no la abandonó ni un momento, tampoco a Angelito, ni a Scull, ni a Tato, aunque para ellos tres veo que es mucho más difícil asimilar esto, venían con otras expectativas más confortables. Aún con todas las dificultades que se ven a simple vista, el ánimo que uno encuentra entre todos los cubanos es muy fuerte y hay que mirar muy detenidamente y con curiosidad para descubrir la tensión y el esfuerzo que hacen para mantenerse resistiendo esta prueba que más que física es mental. Es una lucha contra la inercia y la molicie ambiental que se solapa tras el incesante movimiento al que todos se ven compelidos para derrotar el ataque de los minutos y las horas, de los días y las semanas, de los meses y los años que hay que vencer para cumplir esta msión.

Para mi tampoco es nada fácil, en realidad me doy cuenta ahora de todo lo que he cambiado en estos años y lo alejado que he estado de la realidad, si es que existe una sola realidad (escribo bajo la presión de la música de un radio que está a dos metros de mi y que mis compañeros de vivienda no han quitado desde las 6 de la tarde). Un metodólogo nacional nos dijo a la hora de la comida (Tica cocinó, hizo bistec, arroz blanco y chatinos) que aquí hay que aprender a vivir en colectividad. Lo miré y me reí. Pensé sí aprenderé.

Esta será una carta corta, me siento agotadísimo. Los 13 días de entrenamiento militar, sumados al viaje y los dos ultimos dós días en Cuba, son una buena carga para la quincena de lo que he vivido. Hoy cuando me acueste acabará un ciclo de adaptación, sino el más difícil, sí el más violento.. En la tarde, cuando desempacaba y saqué el libro sobre los Movimientos de Liberación en Africa, lo abrí un momento y saltó la foto en que estamos sentados en el sofá, sonriendo los 4. Desperté y me quedé un rato comtemplándonos, poco a poco mi mente se fue reconociendo en aquella imagen, descubriendo la felicidad y seguridad que disfrutamos en esas cuatro paredes que habitamos en Cuba. Me sentí tranquilo y bien. Tener algo como tú, como las niñas, como las madres -que después contemplé en otra foto, la del cumpleaños- en esta situación, es un privilegio.

Un compañero, Sergio, el museólogo, me habla del franqueo de las cartas, de que hay algunos problemas con los sellos de las que se envían desde Cuba para Angola, pues deben tener 50 centavos de sellos, sólo a los militares les está permitido remitírselas con el franqueo sencillo. Averigua bien eso, para que las primeras cartas que me mandes no tengan problemas. Ya creo que he resistido bastante sin tener noticias de allá.

Para terminar, te contaré cómo hicimos el juramento del final de curso en la CEM. En los últimos cuatro días lo practicamos muchas veces. Había una parte en que había que ponerse de rodillas, con una pierna hincada en el suelo y la otra en escuadra, esto durante 3 o 4 minutos. Tica me prestó una íntima para ponérmela en la rodilla con maquintape, pues sino era imposible resistir. Después firmamos el juramento del internacionalista y se leyó un comunicado. Estábamos parados frente a un monumento que tenía una tarja que decía: "El Internacionalismo es el escalón más alto de la especie humana. Che." Al final pusieron una cinta de sonido con la voz de Ernesto y otro fragmento de Fidel. Yo oía y miraba tras la cerca de alambre a los niños angolanos que nos observaban y pensaba en cómo verían ellos estos ritos nuestros, esta religión combativa. Creo que aquí llegaré a entender la verdadera utilidad de los actos políticos y ceremoniales que en Cuba a veces nos lucen formales y vacíos por su frecuencia. Algo similar me sucedió con la prensa. Cuando vi el periódico Grammma (perdóname la m de más, pero es que la máquina de escribir está destartalada), me parecía algo de un país lejano y hermoso. Leía los titulares y las noticias, a las que allá no prestaba mucha atención, como la marcha de la zafra, la visita a un nuevo centro hospitalario, los resultados docentes del curso escolar, la lucha por los porcientos de mortalidad infantil, los actos de las Fuerzas Armadas, las vagas crónicas de la cultura cubana en países lejanos, todo, el rincón de los deportes, todo, me parecía cosa formidable, hasta la cartelera de los programas de TV y cine. Es como tener conocimiento de un país fabuloso que puede existir al margen de esta realidad desconcertante e insólita que vivo.

Mañana me sentaré a escribir con más calma, la dirección que está en la carta, la del remitente, es a la que debes escribirme. Te la vuelvo a poner aquí por si acaso:

LAZARO BURÍA PÉREZ
PREDIO CIVIL 1RO. DE MAYO
APARTADO 4214, LA HABANA 4
BLOQUE 49, APTO. 4
LUANDA, RPA
(COLABORADOR INTERNACIONALISTA)


Con Palacios, el maestro oriental, uno de los mejores compañeros que tuve allí.

La Habana 2/11/88

Lazareto Il Buria,
Filósofo renencestista:

Tu carta fue realmente hermosa, necesaria. Llegó en un momento en que mi encierro en el trabajo había alcanzado un carácter monástico. Eso me hacia plantearme demasiadas preguntas, tus palabras me ayudaron a asumir que eso es así y punto. Porque vale la pena. De ti sé por Elaine, que me estuvo contando hace un tiempo en la Cinemateca, la situación en que se encuentran tú, tu equipo. ¿Qué decirte, hermano? Eso, hermano. Y que los viajes dejan, tanto los más amargos como los más felices. En estos días, precisamente, mi memoria de Marco Polo se ha despertado y estoy por empezar una novela de viajes. Llegará el momento en que tu creatividad encauzará también esa experiencia angolana que, para entonces, habrá pasado ya por el magnífico filtro de amistad que son muchas conversaciones. Muchas veces un pudor ligado al machismo nos impide la ternura. Y ahora quiero decirte que te extraño. Extraño tu apasionada manera de vivir, tu impulso eléctrico, tu fuerza y tu presencia. Dale un gran abrazo a Tica y a Angelito y diles que se les quiere. No es una frase, tú lo sabes: se les quiere.
P.D. Un abrazo de Marta, que se puso muy
contenta con tus letras y a cada rato me
pregunta, ¿ya le respondiste a Lázaro?
(aquí firma ilegible)

(al dorso, con la misma letra)

Compañero Lázaro Buría
de Jesús Díaz
(con la fraterna atención de Daniel Días Torres)

Modelo para proponer condecoraciones y títulos honorarios
donde se me postula como acreedor a
la Medalla de Trabajador Internacionalista.


Notas:

(1) "las especies" eran alimentos, para cubrir la comida del mes, y alguna que otra prenda de vestir, todo lo cual nos lo entregaban sin costo alguno. Además, recibíamos una pequeña cantidad de Kwanzas para "gastos de bolsillo", de la cual intentábamos ahorrar todo lo posible para comprar los regalos que deseábamos llevar a familia y amigos en Cuba.

viernes, 9 de octubre de 2009

Rock y Policías

Mi ingreso al panteón de famas locales -por el simple hecho de sembrar una semilla-, condicionó casi todo lo que hice en 1987. Terminada La Estatua de Silencio -de la cual lo único notable es su título- y exhibida como contribución a la programación televisiva para saludar el Tercer Congreso del Partido, comencé a recibir ofertas de instituciones y organismos, donde dirigentes y funcionarios veían en mi al que tenía la habilidad de transformar en éxito audiovisual cualquier tema. De la demanda de solicitudes que tuve, sólo dos se convirtieron en "obras" que, a pesar de "no tener problemas ideológicos" -las autoridades me aseguraban que "...no, ninguno, pero ..."-, no era "oportuno" divulgarlas por entonces, ni nunca: Una, Rock: esquemas legítimos e ilegítimos -informe audiovisual de 2 horas donde expliqué la problemática de esa música en Cuba-, por encargo del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido-; otra, Policías -serie para televisión de 13 capítulos de 13 minutos sobre el difícil oficio de guardan "el orden"-, a petición del Ministerio del Interior.
Imagen tomada en nuestra casa de 26 y 25 en el Vedado en 1987, por un fotógrafo de la AIN (actualmente ACN-Agencia Cubana de Noticias-) a quien le encomendaron la tarea de retratar a los ganadores del Festival.

En marzo de 1987, durante la comida que nos ofrecieron a los ganadores -cuando "La Semilla ..." obtuvo el Gran Premio, el Primer Premio de Obra de Ficción Seriada, el Premio al Mejor Guión y el Premio Especial del Jurado del Festival Nacional de Radio y Televisión de Cuba-, José Ramon Balaguer (Secretario de Asuntos de Educación del CCP por entonces) me propuso pasar la serie a soporte de cine y hacer una segunda temporada. Pero decliné la oferta. Me sentía agotado de realizar ficciónes y deseaba cambiar, ensayar otros géneros. Allí, conocí a Carlos Aldana, que el año anterior había comenzado a dirigir el Dpto Ideológico del PCC -de sus manos recibí los trofeos-, y sobre quien se decía era persona con quien se podía conversar, aunque no todos los del gremio de artistas e intelectuales pensaban así pues algunos de ellos, más liberales en cuestiones de cultura, lo veían como "el censor", quizá más dialéctico que los anteriores que habían ocupado el cargo, pero vestido con idéntica sotana. Y me invitó a visitarle en su oficina para conversar de una "tarea de Partido" en la que él estaba interesado que yo le ayudara. Me gustó la forma individual en que me lo pidió y la manera en que hablaba no se parecía al lenguaje habitual de los políticos de La Isla-. Y como todos estábamos entusiasmados con el “Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas” a que nos convocó el "máximo líder" (los que creíamos estar mejor informados leíamos Novedades de Moscú y Sputnik -publicaciones de la antigua Unión Soviética que aún se vendían y circulaban en Cuba hasta que tiempo después fueron retiradas de los estanquillos-), imaginé que yo podría poner mi granito de arena en "los cambios" que parecían avecinarse. Como cualquier otro ser humano ilusionado por mejorar el orden de las cosas, no me percataba entonces de cómo los límites de la información que está a nuestro alcance y capacidad de comprensión, hace que las expectativas que imaginamos sean, siempre, por exceso y/o escases de ambos aspectos, equivocadas, como sucede a optimistas y/o pesimistas. O también erradas, como suele ocurrirnos a todos alguna vez en la vida.

En abril, estuve presente en las sesiones del V Congreso de la UJC para realizar el noticiero ICAIC sobre ese evento. Allí tuve la oportunidad de observar a otro de los "nuevos dirigentes políticos" en acción -Roberto Robaina-. Comprobé que algo estaba cambiando un poquito en el juego con las palabras de la política cubana. Y vi como Johana Tablada -joven delegada de una escuela en el campo, que había pedido la palabra en varias ocaciones mediante papelitos que hacía llegar a la mesa de dirección sin que lograra que se la dieran-, se levantaba para intervenir gracias a que el mismo Fidel preguntó por ella -creo que sin saber lo que estaba ocurriendo-. Ello propició que la joven hiciera un discurso que arrancó el aplauso unánime de todos los presentes como no lo había logrado hacer ningún otro de los participantes. Ella expresó, sobre todo, el sentir de la juventud cubana en ese momento. Y lo hizo de forma ordenada y correcta, dando muestras de una transparencia de lo que pensaba que no tenía precedentes en este tipo de actos. Pero de todo lo que dijo -¡no recuerdo casi nada!-, lo que más me impresionó fue cuando pidió al Comandante que "... por favor, no me interrumpa y déjeme hablar porque usted es una personalidad ante la que todos nos ponemos nerviosos y eso no me va dejar decir las cosas tal y como las pienso ..." -quizá esas no fueron sus palabras exactas, pero así las recuerdo-. (leer al final de esta crónica 2 textos que escribí entonces para más detalles de lo qué yo pensaba que ocurría en ese Congreso)


Verme dando zancadas desde mi casa para llegar hasta el bloque de las bajas construcciones pétreas que yacen humilladas detrás del monolito pentagonal que se yergue en la Plaza de La Revolución -es un kilómetro y medio-, y atravesar controles militares, laberintos de pasillos y puertas tras las cuales laboraba una parte -¡la conciencia!- de los que dan vida al poder en Cuba, hizo que me sentiese importante. Y cuando Aldana, tranquila y pausadamente me informó lo que quería de mi, pensé: "¡Coño, esto no lo esperaba!" Quería que yo, a disposición de quien pondría toda la información, datos y análisis que tenía el gobierno -además de la ayuda que estimara necesaria del Centro de Estudios Sociológicos de la Unión de Jóvenes Comunistas-, diera mi punto de vista sobre la situación del "rock en La Isla" (¡el mío, individual!), mediante un vídeo que circularían por todos los núcleo del Partido del país. "¿Y porqué yo? ...no creo ser la persona idónea para hacerlo, no soy y nunca fuí admirador especial de ese tipo de música, aunque tampoco me molesta ... la considero una forma más y algunas de sus melodías y ritmos me gustan, otras me son indiferentes ..." El insistió. Y uso mi propio argumento de ausencia de preferencia como cualidad para tener una perspectiva previa "nuetra" sobre el tema. Acepté. Más por la oportunidad que tendría de hacer un enfoque interdisciplinario sobre un asunto puntual de la realidad cubana que por interés político en tal asunto.


Revisé cientos de documentos, informes, grabaciones y vídeos. Me documenté sobre los orígenes del Rock, sus famas fundacionales en América y Europa -Elvis, los Beatles, entre otros- y su multiplicación a nivel mundial dado su carácter de discurso musical contestario ante una moda y época anterior a los años 50 del siglo pasado. Hablé y me entrevisté con historiadores, psicólogos y especialistas de música -cubana y universal-, autores, interpretes y pedagogos, clásicos y populares -entre ellos, Harold Gramatges y Juan Formell, quienes coincidieron en que la música cubana era tan fuerte y sólida que no había que tenerle miedo a ninguna otra-. Y, por supuesto, con escritores y artistas que conocían de primera mano las vicisitudes e injusticias que había provocado la política de censura, no sólo en los medios de difución, a esa música,. También dialogué con funcionarios que la habían aplicado. Y con tal masa de datos, diseñé un esquema de interrelaciones entre los elementos que daban forma y condicionaban la problemática de ese "fenómeno" que ocurría en Cuba. El gráfico era impresionante -al menos para mi-. Para construirlo seguí un camino de comprensión de "las cosas" basado no sólo en la dialéctica materialista y las "relaciones entre base y superestructura", sino también de lo que sabía gracias a otros clásicos como Newton, Adam Smith, Descartes, Freud, etc., etc. etc., y no ignoré ninguna otra fuente del conocimiento universal a mi alcance que pudiera servirme para entender aquello. A pesar de haberme hecho "una idea general" sobre el tema, me resulta curioso comprobar que después de pasado tanto tiempo, lo mejor que recuerda mi memoria hoy son algunos detalles que funcionaron en mi entonces como "instantes de iluminación". Uno de ellos fue cuando uno de los encargados de poner en práctica la visión revolucionaria de la cultura tal y como Fidel Castro la había expresado en 1961 con una idea que aún hoy circula adentro y afuera de Cuba -"...dentro de la revolucion todo, fuera de la revolución nada ...", me dijo: " ... mira, todo aquello pasaba porque cuando nos reuníamos para analizar la política a seguir, todos estábamos de acuerdo, pero después, cuando salíamos de allí, cada cual hacía lo que le deba la gana ...". El entrevistado era Luis Pavón, ex-presidente del Consejo Nacional de Cultura y uno de los protagonistas "malos" en los hechos -casi al mismo nivel que "Papito" Seguera, ex-presidente de la radio y la televisión-, de las "equivocaciones" cometidas contra algunos artistas, escritores e intelectuales durante "los quinquenios grices". Lo curioso de su testimonio era que se refería al "fenómeno" como algo del pasado.


Lo segundo que recuerdo de aquella obra es su final -la conclusión-, que Aldana vio y escuchó sin mover un músculo del rostro -expresión que me tranquilizó, aunque me hizo presentir el destino de "mi análisis"-. La Obra se cerraba con la opinión de un traductor de ruso que conocía bien las veleidades de la política cultural en Cuba y que se había estrenado como escrito con dos novelas policiacas compartiendo su autoría con Daniel Chavarría -Completo Camagüey (1983) y Primero Muerto (1986)-. Justo Vasco -mi amigo desde entonces y una de las personas más honestas que he conocido-, como yo, no era experto en Rock, pero podía ver con claridad donde estaba la raíz del problema qué tratábamos -le cito de memoria-: " ...y quizá esos jóvenes que cumplan misiones internacionalistas en el futuro, gústeles o no el rock, sean los que logren resolver algún día los problemas económicos de este país ..." Así terminaba el vídeo del cual no supe más, ni sé si aún existe. Aldana dijo: " ...me parece muy largo, ¿cuánto tiene? ...". Y respondí: " ...2 horas, no pude hacerlo en menos para dar mi opinión completa, pero pueden quitar o poner lo que quieran, yo no me sentiré ofendido por ello ...porque ustedes saben que es lo que se puede decir y lo que no, o sea, lo que es más oportuno ..." Tenía asumido entonces -y ahora-, cuales eran los límites de mi oficio de artista y creador y lo único que lamenta era que compañeros de otras profesiones -donde incluía a los políticos-, no conocieran los suyos, si realmente querían que la sociedad funcionara bien, o, al menos, regular. Varios años después -creo que en 1993 o 94-, durante un viaje que hice con amigos para mostrarles lugares significativos de la geografía de La Isla, nos detuvimos en Topes de Collantes -Sierra del Escambray- y me interesó saber cómo estaba de salud y ánimo el ya entonces ex-ideólogo del Partido, que había sido removido del cargo por deficiencias de trabajo y graves errores de carácter personal -según se dijo en una nota aparecida en el Periódico Gramma en 1992-. Le vi bien de aspecto y sentí en él un agradecimiento hacia mi por ir a saludar a quien fue considerado años atrás el tercer hombre en rango de poder en Cuba:Carlos Aldana Escalante.

Aunque relacionarme con personas que tenían cierta cuota de poder y cargaban sobre sus espaldas altas responsabilidades del gobierno aumentaba mi autoestima por entonces, nunca me dejé llevar por las apariencias de lo que parecía y yo no era. Y menos cuando en los hombros de mis interlocutores había estrellas pequeñas o una mayor. Así entré en un salón de reuniones de la Jefatura de la Policía Nacional Revolucionaria y me sorprendió la cantidad de ellas que estaban allí sentadas. El espectáculo no me asustó porque yo, sobre los míos, tenía -y tengo aún- la cabeza. Lo que quería el general que presidía la reunión -sino mal no recuerdo, Pascual Rodríguez Braza-, era que yo realizara una serie para pasarla por la televisión y que el pueblo sintiera "... amor por la policía ..." Comencé a reír a carcajadas, no por faltar el respeto a los presentes sino por descubrir que no sólo a mi se me ocurrían propósitos imposibles de cumplir. Respetuosos, quizá por quedar desconcertados ante mi reacción, los estrellados quedaron en silencio e inmóviles dentro de sus uniformes verde olivo y, quizá, alguno azul prusia, que les vestían.

Y me expliqué: " ...miré general, cuando el mundo supere la lucha de clases, conflictos entre países, problemas generacionales, la discusión entre hombres y mujeres, haya una única -o ninguna- religión y desaparescan todas las desigualdades, siguirá habiendo policías para cuidar de que alguien, o muchos, no hagan lo que les dé la gana ... porque para mantener a la sociedad organizada, hay que reprimir ...y eso a nadie le gusta ..." Sentí su desaliento, que expresó diciendo: "Entonces no se puede hacer nada..." Lo que él deseaba -anhelo de todos los policías del mundo-, no. "... Pero se podría hacer otra cosa, que pudiera mejorar la imagen de su profesión ... explicar en qué consiste el trabajo que ustedes hacen y como lo hacen, porque aunque no lo paresca se parece al del carnicero o cualquier otro empleado que vende mercancáas, si el cliente no paga, no puede llevarla ...todos los oficios son represivos por alguna buena razón ..." Sonrió y dijo: "Idea excelente." El ambiente en la sala se relajó. Y agregué: "Sí, podemos hacerlo, pero con una condición, usted debe dar orden a todos sus subordinados de que respondan a cualquier pregunta que yo haga, por incómoda o delicada que sea, me refiero a los asuntos politicos...después yo hago la película y ustedes dicen si les gusta o no, o si quieren quitarle algo, lo cortan y ya ... no me voy a poner bravo por eso, en fin, la aprueban ..." Puestos de acuerdo, formamos el equipo de filmación – todos especialistas del ambito militar, aunque fuesen civiles-, al cual se incorporó una oficial del Minint -excelente y singular periodista, además-, la entonces oficial subalterna Teresa Valdés, que me ayudó muchísimo para que yo logrará entender el complejo y diverso oficio de ser "Polícía", palabra que decidí fuese el titulo del producto que realizaríamos.


La primera grabación que hicimos definió el estilo artístico que yo quería dar a "la obra": "realismo sincero y transparente" -no por influencia de "La Glásnot" soviética sino porque siempre fue mi credo estético preferido-. Entrevistamos al Jefe de Personal y Cuadros de la Jefaura Nacional de Policía -en su misma oficina, atrincherado tras su buró-. "Bueno, a ver, cuéntame cómo y porqué te hiciste policía:", le pedí. Y comenzó a hacer un largo discurso donde encadenaba una con otra los modos de expresión del lenguaje político al uso para contar cualquier cosa que fuera a hacerse pública. Teresa me miraba y miraba al camarógrafo, que seguía con un ojo al personaje y con el otro el metraje del cassette Umatic de 20 minutos que tenía cargado en la máquina. Yo escuchaba y escuchaba hasta que sentí que me tocaron en el hombro y una voz dijo: "Se acabó la cinta." pedí al oficial que detuviera su cuento y virándome hacía mis compañeros de equipo les dije: "Borren todo eso que está grabado y vuelvan al comienzo." Y volviéndome hacia el protagonista le dije -con cierta severidad-: "Yo lo que necesito saber es cómo y porqué -enfaticé el pronombre- te hiciste policía..." Abrió los ojos -con una sonriza de alegría y cierta estupefacción-, como buscando la aprobación de Teresa : "Mija, de dónde sacaste a este interrogador de tercer grado..." Y comenzó a contar la verdad: " ...es que a mi me gustaba mucho pararme frente al espejo y hacer como si sacara las pistolas, como hacían los cawboys de las peliculas ..y había una muchacha que me gustaba mucho y yo quería impresionarla .. y entonces ...", continuo explicando los hechos, causales y azarosos, que le llevaron a integrar el primer batallón de policiás del Ejército Rebelde en aquellos años de lucha en la Sierra Maestra para librar a Cuba de la dictadura anterior.

Recorrimos toda La isla, acumulando historias y cuentos de viejos y nuevos policias, tanto los que se dedicaban a delitos de sangre, o económicos, búsqueda y captura, o trabajo de patrullaje rutinario, tránsito, robos o delitos menores, cárceles ... en fin, todo lo que supone mantener el "orden interior" de un país. En Santiago de Cuba, nuestra llegada coincidió con un robo en el Santuario del Cobre -donde está la representación escultórica más importante de La Patrona de Cuba-. Aprovechamos para ir a verla y recoger el trabajo policial en torno al hecho para incluirlo en la serie. Entre las grabaciones que hicimos estuvo la conversación que tuvo el oficial encargado del caso con Pedro Meurices -Arzobispo entonces de la Arquidiócesis de la mencionada provincia-. La sustracción de objetos valiosos del templo, que los devotos dejan como ofrenda a la virgen, llevó a que ambos hablaran sobre la necesidad de colocar dispositivos de seguridad para proteger los tesoros que se guardan allí. Y monseñor comentó que estaban tratando de modernizar los que había. Y sobre este tema de la seguridad verso parte de la conversación que grabamos entre el sacerdote y el investigador. Y cuando íbamos a partir, Monseñor Meurices se acercó a nosotros delicadamente y dijo: " ...bueno, no creo que se necesario que se hable en el reportaje de estos asuntos de las alarmas eléctricas para proteger a la Virgen de La Caridad, son cuestiones que no atañen a la divinidad..." Le miré intentando esconder mi sorpresa ante tal petición. Y respondí: "No se preocupe padre, no usaremos lo grabado sobre ese aspecto de los hechos ...".

Foto en el Cementerio de Santa Efiguenia -Santiago de Cuba-, donde se aprecia al fondo el Mausoleo donde descansan los restos de José Martí. (1987)

La edición de los 13 capítulos de la serie la disfruté muchísimo y en cada secuencia que montábamos presentía el disfrute y la risa del público que la vería. Realmente ser policía es algo muy difícil y requiere mucho nervio y paciencia, como la que tuvo un oficial de las Fuerzas Especiales, que nos contó lo que le pasó en una acción operativa llevada a cabo en una casa desde donde habían avisado por teléfono que se había cometido una matanza horrenda de toda la familia y sólo quedaba con vida la abuela. Tras rodear la residencia -era un barrio elegante de La Habana- y deslizarse él al interior de la casa con todas las astucias aprendidas en largos años de misiones difíciles y peligrosisimas, se encontró a la señora mayor acurrucada en la esquina de un pasillo, temblorosa y aterrada. Momentos después, cuando el resto de los que habitaban la vivienda despertaron, se dio cuenta de que no había pasado nada. Todo había sido un error de interpretación de la anciana al escuchar ruidos y quejidos.

Uno de los primeros que vió el resultado de mi obra fue Fabian Escalante Font, que por ser en esa época General de Brigada y contar con una leyenda personal encomiable en cuestiones de contrainteligencia militar, yo no podía explicarme muy bien porqué se encargaba de cosas tan poco importantes -relativamente-, como supervizar un trabajito de divulgación del MINIT. No aparentaba los casi 47 años que ya tenía. De porte impecable en su ceñido uniforme y sonriza amable e inteligente, me agradaba hablar con él. Era un analista parco y exacto, que apreciaba el valor de lo que hice, pero que ceñía su lógica a las reglas de la guerra ideológica. Un año después volveríamos a encontrarnos y yo trabajaría directamente bajo su mando en tareas artísticas audiovisuales que informaban al público de la labor de orden interior y contrainteligencia que desarrollaban los "segurosos cubanos", inspirados por su idea emblemática: "... en silencio a tenido que ser ..."

La serie gustó a los que debían aprobarla y no presentaba problemas ideológicos, pero les parecía demasiado explicita y realista y -al menos así lo sentí yo-, no coincidía exactamente con lo que ellos habían imaginado que sería. Como yo sabía que, si intentaban arreglarla y purgar de ella todo lo que creían "innecesario", la obra perdería interés e impacto, les dije: "... miren, hacer los cambios es un trabajo muy engorroso y largo después que algo está acabado ... y yo tengo que cumplir otros compromisos, me voy pronto para Angola, así que hagan ustedes lo que crean pertinente y yo estoy de acuerdo ..." Meses después tuve noticia de que se decidió no exhibirla y que la utilizarían como material de presentación, en la Escuela de Policías Capitán San Luis, a los que ingresaran para cursar estudios en ella.


Gloria María Cossío, Jefa de Personal de la Empresa Productora ICAIC - donde yo continuaba en nómina-, se sorprendió enormemente -como solía hacer cuando algo no corcordaba con lo que ella había previsto, o sabía, al decirle yo -después que ningún otro director de cine de la plantilla estuviera interesado o aceptara ír a aquella parte de Africa-: "Sí me interesa la proposición." El 22 de octubre firme el contrato con Cubatécnica. Y me convertí en un "Colaborador" internacional de Cuba con la Republica de Angola. En noviembre llegamos al país que António Agostinho Neto entregó toda su vida.

Primera página del contrato.

LB

CONVERSACIÓN PERSONAL CON JOHANA TABLADA EN EL VESTIBULO DEL PALACIO DE LAS CONVENCIONES DE LA HABANA DURANTE UNA SESIÓN DEL V CONGRESO DE LA UJC. ABRIL 1987.

(con letra de máquina de escribir sobre un folio de 8 ½ x 11.)

"Johana Tablada venía con su poncho triangular cuatricolor, los de la bandera cubana más el negro y sus pantalones de un azul suave. Cuando nos sentamos en los cómodos butacones carmelitas y el resplandor del sol nos acarició a travçes de los cristales del Palacio, miré a sus pies y descubrí que un leve sudor transpirba por cada pulgada de su piel. "Cuéntame", le dije, "cuéntame como es que llegaste a vencer el miedo." Venía enojada y reluciente, tratando de explicarle a Vivian lo que le había sucedido con el periodista de Gramma que no había reflejado el espíritu de su intervención. "Usted pone lo que yo dije o se lo digo a Fidel". "Puso lo que se hace siempre, pero no las cosas gordas y entonces qué van a decir la gente de mi escuela." No te preocupes, ayer pasaron por televisión tu intervención, dos veces, en el noticiero de las 8 y después al final de la noche, todo el mundo se enteró. Me mira con sus ojos relucientes y limpios y digo "pero cuéntame, cuéntame como fue ..."

"Yo estaba en la carretera, había salido de la escuela ese sábado y nos íbamo a internar al otro día y entonces veo que vienen los carros -casi reproduce con un gesto el asombro que le causó aquel momento- y le dije al muchacho que está conmigo, mira ahí viene y los carros pasan y miro y con una seña de la mano -la levanta y deja el dedo índice apuntando al cielo mientras los otros cuatro se trenzan en un puño-, le digo a uno de los guardias que iban en el último carro que si era el uno y me responde con un gesto así -con la misma mano y en la misma forma la inclina y hace círculos con la mano- que ellos volvían. Y yo quería ver a Fidel, hacía tiempo que quería hablar con él, decirle las cosas, mi mamá siempre me decía que cuando lo viera le dijera todo, mi mamá es bueno, de madre, con todos los problemas que ella tuvo y bueno pasa un rato, eran como las 12 y media o la una y entonces viene una Girón, de allá de la escuela con otros compañeros y profesores y para y me dicen mira que boba es y tú piensas que vas a verlo. Y la guagua arranca y en eso veo venir los carros negros y digo aquí esta es la mía y me muevo para alante y salgo a la carretera y le hago señas al primer carro y me responden con señas -ahora la mano abierta describe giros laterales y espasmódicos- que me quitara y miro aquellos hombres y a las armas y ... pero sigo y parece que Fidel se da cuenta y manda a parar los carros y se baja con Sheverikov. Yo tenía un ramo de rosas en las manos que habían regalado en la escuela a los delegados que íbamos al Congreso y se me puso el corazón en la boca. La guagua se había detenido y enpezaron a venir todos y Fidel se acercó a mi y me dijo "tú no le das una flor a nuestro visitante" y yo nerviosa le respondí que sí, que una no, sino todas el ramo y así comenzamos a conversar y Fidel me preguntó " a ver, tú me puede decir los nombres de ciudades de la Unión Soviética y empecé."
5/4/1997


IMPRESIONES DEL V CONGRESO DE LA UNIÓN DE JÓVENES COMUNISTAS DE CUBA, CELEBRADO EN ABRIL DE 1987.


(escrito manualmente en el interior de un sobre abierto, donde en el ambés se ve sello de correo conmemorativo del XXV Aniversario de la UJC, y otra imagen, grabada a líneas, de un barco -presumo es el Gramma- atravezando la mar bajo el sol y el siguiente texto: CON EL PARTIDO JUNTO A FIDEL EN MARCHA HACIA EL 2000 XXV ANIVERSARIO DE LA UJC)


" ...es un problema general, aunque no queremos absolutizarlo ... hay que ser conciso, pero con seso ... dos lenguajes se hablan en el Congreso, uno que organiza la realidad, que trata de verla de forma dialéctica, pero su lógica es formal, se apoya a veces en datos, pero puntualizando siempre los slogan; el otro, lenguaje emocional, salido de una percepción de la realidad que privilegia lo sensorial directo, lo invisible ideológico, y que hace transitar por el auditorio una corriente de vida, tiene excesos, pero se lanza desbaratando las cadenas del miedo – que a veces adquiere la forma de análisis objetivo-. Robertico, como unos le han dicho al compañero que dirige, pide concreción, remitirse a lo conocido, a lo que se puede evaluar por la experiencia y no tratar de generalizar ... hay algo de verdad en eso, pero sucede que los datos respiran en el medio como los microbios, también eso es una forma de percibir lo concreto de un problema general. El idioma, el tono, la alusión, el doble sentido, conciente o inconciente, uno lo apresa y conforma también lo que constituye la ideología. Esto es un probelma básico para entender la productividad de las capacidades y los problemas esenciales de la economía."

4/4/87

martes, 1 de septiembre de 2009

1986: La Semilla Escondida

Para Bernardo Marqués Ravelo,
que lo entiende todo.

La Vida y lo que hacemos por los demás y por nosotros mismos es más importante que El Arte. Pero, si la parte de la humanidad a la que llaman artistas y escritores descubriera el error en el orden que dan a sus prioridades para gastar el tiempo que les fue regalado al nacer, nuestra diferencia con otras especies perdería parte de la superioridad que nos atribuimos ante ellas -sea por vanidad u orgullo-, gracias a ese sentimiento de superioridad que nos provoca lo que somos capaces de imaginar, decir y hacer. En 1986, todavía yo no entendía porqué en nuestra especie somos así. Y creía ser el autor -¡santa palabra!- destinado a sacar de su letargo la producción de obras audiovisuales de ficción en Cuba y con ello mejorar el "estado de las cosas" tal y como ocurrían en La Isla aquel año. Este era mi propósito principal cuando mi vida cumplía su cuarenta aniversario.

Como toda odisea personal -las formas de adquirir y/o entregar el saber lo son, sean individuales o colectivas-, en este viaje para alcanzar el placer del abrazo de un público que aguardaba por "mi arte", la mía estuvo llena de peripecias donde tuve que vencer los obstáculos que impedían realizar mi "obra" -¡otra palabra santa!-, tal y como la concebia yo y no otros. Gonzalo Bermudez, maestro cienfueguero en el cual estaba inspirada la historia de La Semilla Escondida, dijo tras verla terminada: "Está bien, pero tuviste que trabajar con la coa; te faltó tecnología..." Y era verdad, pero no toda, pues a pesar de ser él uno de los que mejor comprendía lo que yo quería mostrar a los cubanos mediante los conflictos y soluciones que contaba la serie, nunca llegó a entender lo que ya sabía Pangloss -el consejero de Cándido- desde el siglo XVIII: "... vivimos en el mejor de los mundos posibles ... no existe efecto sin causa ..." Su opinión de pedagogo exigente, se compensaba con la de José Oriol (también villaclareño, formidable colaborador de producción y dirección quien como Cacambo -otro personaje de Voltaire- tenía un sentido de la realidad más cercano a ella). La suya, fue más dulce a mis oidos: "... ¡es una serie genial!". Pero le llamaba la atención que hubiera tantas "escenas de comida" en ella. Y por más que expliqué porqué debía ser así, creo que tampoco llegó a entender totalmente que, de cierta manera, ello hacia la puesta en escena más realista, terrenal y cercana al reflejo de la sociedad espécifica a la cual queríamos entretener y, a la vez, darle noticia de sus imcompetencias principales y el cómo resolverlas -¡la solución siempre es la misma!: entenderse-. Oriol era entonces un dramaturgo joven, como Rubén Geller, el escritor que me ayudó a escribir la mitad de los 11 guiones de una hora de que se componía el relato. Para este, tampoco resultaba una "telenovela plena" como le hubiera gustado a él -siempre sentí esa insatisfacción en sus inteligentes y agudas valoraciones- pues era, y quizá aún lo sea, más partidario de "dramatizaciones intensas y acaloradas" -tal vez por su pedigrí judío-, tendencia esta que no se aviene a mis caracteríscas personales como "artista", ni a las genealógicas -como descubrí años después-.

En resumen, no encontré en ninguno de mis más cercanos colaboradores la sintonía total que me hubiera gustado tener con ellos para poder "crear" con más facilidad -supongo esto pasa a todos los que intentan hacer o mostrar el mundo tal cual lo conciben y/o quieren conformar; es decir, escritores, artistas y políticos-. Pero a pesar de la leve molestia que me producía trabajar en medio de esa incomprensión (no nacida de creer mi inteligencia superior a la de otros -para entonces ya había superado ese síndrome típico de la adolescencia y la juventud que, a veces, se extiende hasta la madurez y vejez-, sino de saber ya que la lectura de todo mensaje parte de una experiencia propia y previa y de que en cada ser humano ella es diferente y única), el goce de estar intentando hacer lo que yo realmente quería hacer y no lo que otro me imponía -como solía ocurrime en el lugar en el que había trabajado hasta entonces, el ICAIC-, compensaba tal incomodidad. A las personas implicadas en la vida cultural cubana de aquellos años, puede resultarles paradójico oírme decir esto ultimo, pues entre ellos reinaba el criterio de que en ningún otro lugar de país se trabajaba con tanta libertad artística como en la institución que había fundado Alfredo Guevara, ex-presidente del principal organismo donde se diseñaba y hacía el "Cine Cubano" y que, transitoriamente, cumplía la misión de Embajador de Cuba ante la Unesco en París tras ser sustituido por otro "fundador" -Julio García Espinosa-, más dúctil, dialéctico y comprensivo al criterio de algunos. Tales consideraciones de los otros, como todas las "verdades estadísticas", era cierta, pero no toda la verdad. "Mi verdad sensorial" difería, en parte, de tales generalizaciones.

Por aquel tiempo, casi todos los de mi gremio teníamos noticias de la polémica histórica entre las dos entidades más importantes entre las que se repartía "el poder de los medios audiovisuales en La Isla" -en mi caso, vagas y dispersas, pero una de ellas personal, como conté en la crónica Diagnóstico de un agnóstico, de este blog-. Pero por los cambios que se había producido recién en la dirección del ICRT -un psicólogo, había sido nombrado como presidente en el Instituto Cubano de Radio y Televisión-, y por los aires de apertura que merodeaban ya en el campo socialista -comenzaban a escucharse palabras como "perestorika y glasnost"(1), que curiosamente coincidían con el "proceso de rectificación" en La Isla-, creí que era el momento oportuno para intentar mejorar "el estado de las cosas" en los "medios masivos", asunto que tenía -y tiene- muchísima importancia para resolver la situación del país.

La situación que yo percibía en el entorno -hasta donde alcanzaban mis ojos y odios-, me hacían creer que se avecinaban "tiempos nuevos" que muchos, en el "Primer Territorio Libre de América", también sentíamos necesarios. Tal percepción y encontrar un lenguaje administrativo más directo y ágil -práctico- en los funcionarios de la televisión ,-algunos de ellos artístas y creadores también-. me inspiraban e hizo que me entendiera mejor, generalmente, con quienes debían controlar y asesorar el proyecto que ofrecí realizar al ICRT después que el ICAIC me dijo que sí, pero no cuándo. No sólo cuando lo conocí en su amplio despacho, sentí simpatía por Ismael González (Manelo) -el nuevo presidente de espejuelos gruesos, sonriza fácil y presencia sacerdotal-, sino que disfrutaba también de las conversaciones inteligentes y llenas de complicidades comunes con Jorge Oliver -responsable de contenidos temáticos de programas seriados-, o con Eliseo Altunaga -dramaturgo asesor de proyectos-, y otras "gentes de televisión", en los que veía compartida mi "inteligencia y propósitos" para hacer mejor las cosas en nuestra querida nación -el "slang" que usábamos los que trabajábamos "en la cultura" siempre tenía el mismo sesgo que el de los políticos, aún en los casos de aquellos que defendian la condición "apolítica" del arte-. La fluides de mi comunicación con "los de la televisión", corroborraba mi premonición de que el nuevo medio de comunicación al que llamaban "la caja tonta", era - o debía ser-, por la naturaleza de la tecnología en que se sostiene, más democrático que el "cine", aunque la historia audiovisual de la Cuba Revolucionaria hubiera demostrado lo contrario hasta ese momento. Las verdades adsolutas suelen ser incompletas y, a veces, falsas cuando conocemos su expresión concreta en un contexto particular.

Comenzamos a filmar en marzo después de una preparación que me pareció insuficiente. Pero la necesidad de evidenciar en la programación televisiva "el cambio" que suponía un nuevo gobierno, asesinó a la sensatez de una economía de tiempo que previera mejor las condiciones necesarias para enfrentar un rodaje complejo (la serie tenía muchos personajes, mezcla de actores profesionales con protagonistas reales -todos los niños del Grupo Ismaelillo se interpretaban a si mismos-, había numerosas escenas de exteriores y la mayoría de ellas con participación de "masas", además de otras particularidades inherentes a la producción de una obra que, en algún sentido, era "un musical" ), y la sustituyó por la prisa voluntariosa y fanfarrona de lo que creíamos ser capaces de hacer. Confieso que yo también, en parte, promoví y acepté tales expectativas: quería triunfar.

El momento de aquellas filmación de la primavera del 86 que recuerdo más a menudo -la mayoría los he olvidado-, ocurrió un día en que, preparando una puesta en escena de interiores, dije al director de fotografía (todo el equipo era de la televisión pues aunque el ICRT aceptó mi proyecto, me impuso la condición de "no emplear a más nadie del ICAIC" -eran reglas marcadas por la discusión ineficaz existente entre "la estética del cine y la televisión-): " ...mira, empiezas aquí en el rostro de ella -una actriz-, que dice su parlamento y cuando ella miré, haces "panning" rápido a los que discuten en este otro ángulo ..." Y Rafael -no recuerdo el apellido-, respondió: "...eso no es un "panning", es un "swap" ..." Y comenzamos a discutir movidos por una razón inútil: probar cuál de los dos sabía más y/o estaba en posesión de la verdad. Por suerte, el jefe del team de luces -viejo técnico que conocía el trabajo audiovisual desde que se fundó la TV en la Perla del Caribe y cuyo aspecto recordaba todas las étnias que se han mezcaldo en Cuba, nos mandó a parar el enfrentamiento: " ...bueno, bueno, da lo mismo que se llame de una manera u otra, lo que hay que hacer es adelantar que estamos cogídos por el tiempo y tenemos una semana de atraso..." Le obedecimos.

Mi trabajo con los actores me ofreció la oportunidad de experimentar esa agradable sensación de "todopoderozo" que yo había observado en las "vacas sagradas" mientras desempeñaban sus funciones de realizadores mientras hacian "su obra" y yo les ayudaba como asistente de dirección. De los que ejercen aquel otro oficio -admirado y codiciado por su aparente facilidad para ejercerlo-, mencionaré solamente a Rolando Brito, que interpretó al maestro Bermúdez -centro de las contradicciones de la obra-, apropiándose casi totalmente del fenotipo del personaje real que evocaba y sumándole una complejidad caracterológica que lo universalizaba como genotipo. Sobre el resto del elenco de actores, me es imposible hablar aquí por que, si los particularizo, este texto sería demasiado extenso para ser leído en el "medio" que lo estoy publicando, y porque en el caso de todos -sin excepción-, no sólo hicieron un trabajo profesional expléndido sino que me entregaron lo mejor de si mismos y aportaron a la serie un valor creativo que estaba más allá de mi talento personal, Ser "director" de cualquier cosa es algo formidable, pero serlo de "una película" -así me decían en la calle mis fans-, es aún más fantástico. Te conviertes en Dios, a pequeña escala, "creador de un mundo" que, sin ser real lo será en el estado modificado de la conciencia que disfrutará el espectador cuando lo vea, y a quién -como es natural- tienes en tus manos como si fuese un pequeño ser en el que agregarás algo más de saber y experiencia. Siempre, desde que me decidí, 17 años antes a convertirme en director de cine, supe que esto suponía la responsabilidad más delicada del oficio que quería alcanzar. Quizá por ello, a pesar de que ahora estaba logrando mi sueño, por momentos me sentía molesto interpretando rol tan importante y poderozo (algunos "cineastas", no sólo del ICAIC -incluso de la propia Tv-, pensaban que "hacer televisión" era meta menor que "hacer cine" y que el celuloide era más inmortal que el soporte magnético, lo cual no me preocupaba pues el tiempo les demostraría que tal apreciación de la "superioridad" era y es inútil).

Terminamos de filmar en medio de los calores de julio. Y sin descanso, me sumergí en la edición, que suponía vencer otro reto pues hasta ese momento siempre lo había hecho mediante las antiguas máquinas de montaje de película 35 y/o 16 mm soviéticas de que disponían en el ICAIC. Pero ahora debía hacerlo con las "novedosas técnicas" -al menos lo eran para la Cuba de entonces- que proporcionaban los equipos y cintas magnéticas Umatic, importadas del Japón -del cual trajeron, además, la costumbre de quitarse los zapatos par entrar en los cubículos de trabajo-. El proceso de "cortar y pegar" las escenas me resultó farragoso al principio. El editor al que fue asignado esta etapa del proceso, le costaba mucho operar aquella tecnología tan sofisticada y no comprendía porqué yo le pedía hacer ciertas combinaciones de la imagen y el sonido que no eran parte del "lenguaje tradicional" con que, según él, se hacía "la televisión" -era un operario de audio, mayor, miembro del PCC, que también se desempeñó como sonidista y microfonista durante el rodaje, donde también tuvimos problemas-. Pero a los pocos días se sumó a nosotros -como ayudante-, un joven simpático y muy hábil, recién ingresado en los medios, que imprimió un giro inusitado a la velocidad conque haciamos el montaje: Rudy Mora. Tocaba aquellos equipos como si fueran un piano del que extraía "melodías audiovisuales" maravillosas. Gracias a él, logramos terminar rápidamente los primeros cinco capítulos en apenas mes y medio. Y al revizarlos la dirección del ICRT a la que competía "aprobarlos", decidieron comenzar a emitirlos inmediatamente. Lo cual me dio la oportunidad de vivir otra experiencia singular de la distribución audiovisual de la cual carece el cine: estar "en el aire" sin haber terminado la obra. En mi caso, esto se tradujo en un disfrute del éxito sin haber concluido mi creación. Y en algo más que yo me había anunciado a mi mismo desde que comencé a imaginar el proyecto: hacer coincidir, en opinión sobre la aceptación con que ellos recibirían La Semilla Escondida, al público, la crítica especializada y los políticos. Y así fue. Los tres estamentos estuvieron de acuerdo: era "algo nuevo y refrescante", además de "arte". No lo digo yo. Lo dijeron ellos.

La fórmula para obtener ese éxito era tan sencilla, que me preguntaba porqué no era empleada con más frecuencia en la industria audiovisual del país cuando se quería "hablar de la realidad": estudiar la composición de la sociedad que quieres reflejar y a la que te quieres dirigir, no obviar ningún perfil humano -económico, social, caracterológico- y sus conflictos, encontrar las relaciones causa-efecto que hay entre ellos -sean idividuos y/o instituciones-, mostralos e imaginar soluciones. La Semilla ... fue sembrada siguiendo esos protocolos y teniendo en cuenta la fisiología universal del ser humano. De ahí que la palabra "revolución", o términos como "máximo líder" y/o otras formas en que se evidenciaba el lenguaje estereotipado que se usaba entonces en el país para aludir a "su realidad" -creo que aún sigue vigente-, no estuvo presente en la obra. Sólamente se mostraban los conflictos concretos y cómo son las personas quienes los crean y, por tanto, deben solucionarlos, no de forma general sino a traves de su "propia anagnórisis" (2)

En los meses finales del año, recibí muchos halagos y me costó muchísimo seguir siendo el mismo, pero lo intenté. Y creo que lo logré, a pesar de que sentía que había alcanzado un sitio, pequeñito, en la historia de la Cultura Cubana. La vanidad es algo terrible. Por suerte, para sustituirla, existe el orgullo, que es más útil cuando se consume en silencio.

"Al comunista hay que empezar a formarlo desde que es pionero, desde que está en el círculo infantil, en dos palabras. Y el Estado socialista tiene todo: circulo, educación, todos los niveles de la educación, hasta la universitaria, lo tiene todo. ¿Puede o no puede hacerse? Si en la experiencia práctica se ve y yo he visto muchos casos del resultado del trabajo político correcto. El trabajo político no es recitarle un catecismo a la gente sobre Marx y Lenin todos los días, sino ser capaz de despertar las motivaciones humanas y morales de los hombres (APLAUSOS)."

"Para decirlo con una frase gráfica, compañeros: buscar la semilla escondida que hay en cada hombre, apropiándome de la frase del documental sobre "La semilla escondida", porque cada hombre la tiene. Y puede tener también una mala semilla escondida, si empezamos a cultivar la mala semilla, podemos crear monstruos." (3)

En varias ocaciones durante aquel tiempo, Fidel hizo referencia al titulo de mi obra -en diferentes actos y reuniones con militantes del PCC-. Y los televidentes la esperaban con la intención de entretenerse y alimentar la esperanza de mejorar sus vidas contemplando el destino de personajes que se parecían en mucho a ellos mismos. Mi mejor recompensa por aquella obra, fue escuchar -en medio de la quietud de las noches en que se transmitían los capítulos-, el eco de las voces de mis personajes recorriendo las calles pobremente iluminadas. La ilusión que yo había creado y que se repetía una y otra vez en las palabras de José Martí que se leían al principio de cada capitulo ("Cuanto me ha costado en este mes larguísimo domar mis impaciencia; pero no cuelga la naranja de oro de la rama verde sin que haya estado, un gran espacio de tiempo, la semilla escondida debajo de la tierra."), parecía infusión mágica para sobrellevar la incomodidad de los innumerables dolores cotidianos que se sufren en ciertas circunstancias -las de la Cuba de entonces no eran de la peores del planeta, aunque si algo molestas-.

Yo era "un hombre de éxito", sólo que no tenía los mismos problemas ideológicos y materiales que el principal protagonista de la película que -con titulo similar- hizo ese año Humberto Solás para contar la historia de un revolucionario de los años 30 que se transforma en trepador pragmático en la década del 50. "El Visconti Caribeño" -como se referían a Solás en algunos medios cinematográficos internacionales-, hacia alusión en su filme a lo que, ya entonces, se notaba como tendencia de la realidad en Cuba. Los artistan -sobre todo de izquierdas-, por lo general, denuncian lo malo que está sucediendo, pero no suelen explicar porqué -o lo explican mal- y siguen valiéndose de esquemas milenarios de lo que es correcto o incorrecto. Y esa no era -ni es-, la forma en que me gustaba contar una historia creativamente. Creo que al hacerse así, puede que se logre "entretener" al publico -aburrirlo es imperdonable, sea cual sea el ideario que se defienda-, pero se perpetúan equívocos porque lo que sabemos sobre nosotros como seres humanos y sobre la sociedad hoy, ha cambiado gracias al desarrollo de la Ciencia y la Tecnología. No a lo que ha hecho -o hace- el poder. Y esto es una verdad incómoda, sobre todo para escritores, artistas y políticos. Por esto, cuando en aquel entonces tocó a mi puerta Rafaél Hernández -amigo a quien aún aprecio mucho, no sólo por su profesión de cubanólogo sino por ser persona que practica más "el entender" que "el aleccionar"- para decirme que " ... el caballo volvió a hablar de La Semilla ..., estás en la cresta de la ola y ahora te darán casa, un Lada y ya tú sabes ...". Y le dije -allí mismo en la puerta-, "... no me gusta que ni la punta de la capa del comandante me roce porque cuando el poder te menciona te metes en un lío ..." Y pensé: "Nadie escapa a lo que he querido decir con "La Semilla Escondida". Y así era y es. Todos -incluso Ël, la persona a quien se refería Rafael, la tienen ... el problema principal en Cuba está en La Familia, célula principal de la economía. Rota, como está, se jode todo ... Religión, Educación e Identidad.

Aún sin terminar mi primer trabajo con el ICRT, me pidieron que hiciera, urgente, un documental sobre Máximo Gómez -el general de origen dominicano que trás concluída la Guerra de 1898, veló por el proceso de diálogos y tratados entre antiguos enemigos para que La Isla obtuviera su independencia y dejara de ser colonia de España-. Fue la mejor de las independencias posibles. Sería mi obra siguiente. La titulé Una Estatua de Silencio.



LB.
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Notas:


(1) Perestroika y glasnost, en español "reestructuración" la primera y "apertura, transparencia y franqueza" la segunda, son las dos palabras que sintetizaban la perspectiva política para alcanzar un cambio en "el estado de las cosas" que quería dar el gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS) cuando Mijaíl Gorbachov se conviritó en Primer Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1985.
(2) Anagnórisis: "revelación", "reconocimiento" o "descubrimiento". El término fue acuñado por Aristóteles en su Poética para describir el instante en que la ignorancia de un personaje deja paso al conocimiento de lo que realmente ocurre en su vida.
(3) Fragmento del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura de la sesión diferida del Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en el teatro "Carlos Marx", el 2 de diciembre de 1986, "Año del XXX Aniversario del Gramma".